CAPITULO 6°

Para Lola, la chica operada a toda prisa, que nos mantuvo toda una noche sin saber cómo se encontraba, preferimos que si te marchas sea de juerga no de quirófano... 

Todo el cielo libre en ese momento, era Edward, y no dudó ni un solo instante en volar a través de él; subió la cabeza para mirar a sus ojos y lo que vio fue el paraíso en el que quería estar, la necesidad en estado puro, bajó la vista hasta su boca, y sin esperar un segundo, voraz y rápida se acercó a beber de ella; torpe, impulsiva, bruscamente. Edward fue a su encuentro ahogándose, dejándose arrastrar por la necesidad, el deseo, la complicidad del momento, el tiempo de espera. Al principio fue un beso devastador, que arrasó con fuerza todo a su paso, hasta que ambos sintieron la necesidad de frenarlo, saborearlo, comprendiendo que era el primero. Fue Edward quien llevó sus manos al cuello de Bella acariciándola, calmándola, notando sobre sus dedos su pulso, suavizando con sus labios los de ella, lamiendo con la lengua su carne, mordiendo suavemente, con una cadencia tan sensual, que Bella tuvo que aferrarse a su chaqueta. 

Bella sintió como temblaban sus piernas, y se aferró más a él, en ese momento era todo su mundo y quería dárselo, hacerle entender que sólo importaba él, y que ella, aun siendo frágil, podría sostenerlo si algún día él se resquebrajaba. 

Su boca fue recorriendo cada milímetro, sintiéndola dulce y femenina, notó su estremecimiento y todo estuvo claro para él, todo lo que había sentido en la noche anterior, la ausencia, la necesidad, el miedo a perderla, había quedado atrás, no existía nada de eso, ahora, sólo ahora, sólo ella, él y sus ansias. Sabía que todo lo que estaban presagiando sus cuerpos no era más que la antesala del anhelo y la necesidad que tenían el uno del otro. Y quiso más, bajó las manos a través de su cuello, despacio arrastrándola suave, dándose cuenta, incluso antes de llegar a su pecho, que éste se encontraba preparada para él. 

Un gesto anticipado de su polla, hizo que ella mordiera su labio inferior; jamás había sentido tanta hambre, hambre de aquel hombre que la hacía estar a merced de sus caricias. 

Cuando notó sus dedos presionar su pecho, pidió más y lo hizo con palabras, palabras escapadas de su vientre, de sus entrañas; palabras con intención de provocar una guerra de deseo, palabras colmadas de curiosidad, de averiguar hasta donde podía su cuerpo soportar el placer. 

Bella: Quiero más. 

Y Edward sonrió sobre su boca sabiendo que si continuaba no podría parar, y que en tal estado de excitación no podría ser un caballero, no podría ni adorar, ni mimar, ni dedicar tiempo a su cuerpo. Se lo hizo saber con una frase corta, concisa. 

Edward: Si sigo nena, no podré parar. 

Bella: No seré yo la que te diga que lo hagas. Edward: No quiero hacerte daño. 

Gimió en su interior, decirle que no, no era rechazarla, era frenarla, pararla para lo que vendría tiempo después cuando ambos estuvieran preparados para tal encuentro. 

Bella: Podrías romperme en mil pedazos y amar cada uno de ellos .

Sólo ellos supieron a partir de ese momento, donde quedó la batalla, entregados, en el cielo, lo más cercano al abismo que dos personas pueden encontrarse cuando están a punto de la entrega;..... y entonces la puerta del despacho se abrió, la mano de Edward se retiró de su pecho. Bella separó su boca de la de Edward; todavía abrazados miraron hacia la entrada. Había sido como caerse del vacío sin paracaídas, la sensación de una atracción de la feria cuando bajas a toda velocidad, tan deprisa que no te acuerdas de respirar. Sus cuerpos seguían preparados para el placer, su mente en otro lugar, juntas sin desconectase. 

Edward maldijo, Bella se avergonzó. 

Una morena preciosa y sonriente se acercaba a ellos con mirada picarona; los ojos entrecerrados, su taconeo un cántico de alegría. 

Alice: Edward, no hace falta que me la presentes. 

...Se dirigió a Bella... 

Así que tú eres …..(Bella quiso decir su nombre, pero ni una sola palabra salió de su boca) 

Alice: Bueno ya me lo dirás cariño, yo lo sé, eres Bella, la mujer por la que yo rezaba que apareciera y he debido de rezar muy pero que muy bien, porque solo lo he hecho un día y ¡voila! 

Soltó una risa continua y sonora, con música, o al menos eso le pareció a Bella. 

Bien, muy bien, Bella se dijo así misma, todo lo que estaba ocurriendo y 

¿ellos seguían abrazados?. Intentó separarse pero Edward sólo aflojó su agarre. ¿Cómo pretendía él que siguieran así?. Ella lo miró suplicante y entonces él resopló soltándola de su abrazo, pero pendiendo su agarre ahora sobre una de sus manos, estrechando sus dedos, apretándolos, necesitaba seguir unido a ella. Le sonrió, vió el color de sus mejillas y se maravilló, besó su frente. Bella con la mano libre se apoyó en la mesa y notó una de sus rodillas doblarse. 

Edward: Alice, esta es Bella. Bella ella es mi hermana Alice. 

Muy lejos de sentirse mejor, Bella quiso desaparecer. Vale pensó, primer beso y familia ¡mierda!, ¿todo sería siempre igual?, desde que era pequeña siempre que se atrevía a hacer cualquier cosa que no le estaba permitida la pillaban. Y en su vida seguía todo igual, 22 años, era la primera vez que besaba y la besaban de esa manera y la pillaban, y nada más que la hermana de Edward, la familia. 

Alice: Oh querida, no sabes el tiempo que llevo esperando que aparecieras, eres un milagro, ayer mismo te pedí, y hoy estás aquí. 

Bella no entendía nada, ¿qué ayer la pidió? Edward: Alice, la estás asustando. 

Alice: Ja ja ja, es verdad, no me hagas mucho caso. Edward, ¿puedes soltarla y dejar que le de un beso? Edward la aproximó ante Alice sin soltarla. 

Alice: Edward suéltala, no me la voy a comer. Eres preciosa y debes ser muy especial y valiente. Edward es ¿cómo lo diría yo? Humm... exigente, eso exigente, intransigente, complicado, brusco, posesivo, intimidante, maravilloso. Pero no voy a seguir podría asustarte.... Sí valiente, definitivamente una gran guerrera.... 

La abrazó, fue un abrazo tierno seguido de dos sonoros besos y una mirada de reconocimiento completo; aprobación eso fue lo que Bella experimentó. 

Alice: Preciosa hermanito, hecha a tu medida. Edward: Alice, para ya. 

Bella miraba hacia uno y hacia el otro deseando escapar y esconderse. 

Alice: Tranquilo Edward, Bella y yo nos vamos ahora a desayunar, la trataré como a un tesoro, tu tesoro. Hablaremos, o más bien hablaré yo de cosas que le hacen falta conocer de tí, y luego te la devolveré contenta y feliz. Será eso o tendrá que exponerse a Marlena y Dorothi, venían detrás de mí en el ascensor. 

Edward se contrajo, apretó la mano de Bella, se la llevó a los labios y besó cada uno de sus dedos, luego besó sus labios brevemente. 

Bella casi se meció en ese beso, un beso demasiado corto. Edward la soltó. 

Edward: Alice, llevátela, no quiero que me vea enfadado y eso es lo que va a ocurrir muy pronto. 

Alice: Me debes una guapo. Vámonos Bella, esas brujas lo desesperan. Dejemos que Edward se gane su sueldo. 

Alice agarró a Bella de la mano dándole la confianza que ella necesitaba. Bella se giró y miró a Edward, este le guiño un ojo y ella sonrió aunque esta sonrisa era más para tranquilizarse así misma, que para dedicársela a él. 

Edward: Alice, no tardes mucho por favor. 

Solo se escucharon las risas de su hermana y una frase algo mal intencionada que repetía “Todo vuestro”.