martes, 5 de junio de 2012

CAPITULO 52






Capítulo 52
…”una noche de eterno amor”


Lo primero que me gustaría hacer es disculparme con todas. Mi casa, la nueva, esa que algún día terminaré y en la que espero por mis nervios, pasar el resto de mi vida porque ya llevo demasiadas mudanzas, me tiene nerviosa, sin tiempo para mí, sin poder compartir con vosotras, esos momentos que hacen que cada día sea un poco mejor. Os echo terriblemente de menos, porque aunque no lo creáis, soy una persona que necesita el afecto y en vosotros lo encuentro siempre, junto a ese respeto que hemos creado entre nosotras. Ese vínculo hace que mis días sean más sencillos, más fáciles pero sobre todo más bonitos. Gracias.

Y lo segundo es que quiero hacer un experimento, jajaja. Chicas voy a intentar hacer algo que llevo deseando mucho tiempo, y es escribir en primera persona. Quizá solo consiga hacer algo que no tenga ni nombre y que no salga nada bien, pero es como un capricho, algo para consentirme, y sobre todo para demostrarme algo que una persona muy querida por mí, me enseñó una noche, “si queremos, podemos” y después de tanta palabra, creo que puedo permitírmelo. Está en vuestra mano decidir si seguimos en primera, en tercera o como queráis, yo siempre estoy dispuesta a aprender, para mí es una adición.




No se cuando pude quedarme dormida, pero si se donde,entre sus brazos. Escucharlo susurrar sobre mi pelo palabras dulces, hizo que mi cuerpo se relajara hasta el punto de quedar encerrada en el paraíso, con el convencimiento firme de que nadie podría sacarme de allí, excepto Edward, con el que iría a cualquier parte.
Pude sentir sus manos enormes recorrer mis caderas desnudas, dibujando cada una de mis curvas y entre tanta pincelada de sus dedos, sentir como mi piel se erizaba.
Recordé como en muchas ocasiones el se refería a mi piel como seda o terciopelo y sin embargo para mí su tacto era mucho más que eso. Quizá fuese al revés, que sus manos doblegaran mi piel hasta el extremo de convertirla en todo lo que una mujer puede desear ser para su amor.
Un escalofrío de placer recorrió mi cuerpo, anticipándose sensiblemente a lo que sabía ocurriría, estar cerca de Edward sin sentir sus caricias o albergarlo dentro de mí, parecía cada día más imposible.
Su polla grande y poderosa, fuerte parecía estar mediando entre nuestros cuerpos, como si se quisiera hacer más presente y yo no estaba dispuesta a dejarla esperar mucho tiempo.
Quería consentirlo, a todo él. Sus silencios y el haber permitido que expusiera todas mis estrategias, dándome plenos poderes sobre la situación, me había llenado de orgullo y satisfacción.
La noche anterior le había expuesto todas mis ideas, y aunque lejos de estar de acuerdo con todas ellas, no se negó a que tomara la iniciativa. Sabía el esfuerzo que estaba realizando, pues conocía demasiado bien el sentimiento sobreprotector que tenía hacia los que amaba, sobre todo hacia mí y más aún cuando nuestra “pequeña princesa”, crecía en mi vientre.
No había otra manera más que en la intimidad para demostrarle lo fuerte, valiente y orgullosa que me sentía a su lado, lo importante que era para mí su apoyo, y que con éste nada parecía demasiado complicado.
Moví mis manos hacia mi espalda para introducirla entre nuestros cuerpos y así, poder acariciar su polla muy lentamente.
Su aliento caliente sobre mi cabello expresó el placer de mi toque.

_ No quería despertarte nena, pero muero en deseos de enterrarme dentro de tí.
_ La paciencia ante tus caricias no es una cualidad de la que pueda sentirme orgullosa, aunque se valorarla.
_ Pues prepárate princesa, porque esta noche no pienso hacer nada deprisa. Deseo llevarte una y otra vez hasta el límite, para escuchar como me suplicas, como me pides que acabe de una vez.

_ No entiendo ¿es un castigo?
_ Es algo muy diferente nena, es disfrutarte, retener el placer en el tiempo, llegar muy alto para tocar el cielo y volver, y volver a subir.
_ Escucharte resulta casi doloroso.
_ Doloroso es no tenerte, y pienso hacer que el tiempo esta noche se detenga para nosotros.

Mis manos habían tomado su propia iniciativa, y tocaban su polla por todas partes.
Pero mis manos estaban demasiado resecas. No pensé ni un instante en ello, y como un impulso, las llevé hasta mi lengua para ensalivarlas. Aquel gesto hizo que Edward gimiera y que el sonido de aquel gemido entrara por mi piel como si de mis oídos se tratara.
Sentí sus dientes morder muy delicadamente mi nuca y mi columna se enderezó al notar sus labios húmedos depositar besos suaves en mi cuello.
Aquellas caricias previas al acto, al hecho de sentirlo dentro, eran tanto una bendición como una locura.
Cerré los ojos para revivir con imágenes en mi mente, la infinidad de noches que Edward me acariciaba por entero mientras dormía. Como entre sueños podía sentir el tacto de sus dedos ágiles sobre mi cintura, mis pezones, mi ombligo, hasta llegar a mi pubis y desde allí hacer escarceos sobre mi clítoris, sabiendo que sus movimientos
dentro de mí eran tan sútiles que podría correrme una y otra vez sobre sus dedos sin ningún esfuerzo.
Conocía mi cuerpo a la perfección y por el simple movimiento de mis manos, o el cerrar decadente de mis párpados, sabía que era lo que necesitaba.
En más de una ocasión le había repetido que no necesitaba un super hombre, pero Edward lo era.. Era mi esposo y mi compañero, la única persona que complementaba
mi vida, la que conocía cada uno de mis pensamientos y la que era capaz de llenar hasta mis ausencias de memoria.
…¡Memoria!, tanto que me quedaba por recordar, y en estos momentos aquella ausencia no importaba nada. Junto a Edward no me faltaba nada.
Sus dedos pulgares jugaban con mis pezones y éstos haciendo caso omiso de sus caricias, parecían querer alcanzar la luna.

_ Estás tan receptiva a mis caricias que me cuesta demasiado controlar mis deseos. No se si hacerte el amor lentamente o follarte con tal desesperación que no sepas donde empieza y donde acaba todo.
_ ¿ Cuál es el problema para que puedan suceder las dos?

Su boca se acercó a mi oído, y su aliento al pronunciar las palabras, calentaron mi cuerpo hasta enloquecer.
Siempre lo hacía. Con cada cosa que me decía podía conseguir que el fuego ardiese dentro de mí.

- Quieres jugar y eso está muy bien, porque no encontrarías a ningún adversario en este momento con más deseos que yo de cumplir todos y cada uno de tus caprichos.

No había terminado esa frase cuando su polla invadió sin aviso mi coño. Una sola embestida para sentir como las paredes de mi coño se abrían consentidas ante su fuerza y su poder. Adoraba aquellas penetraciones en la que él se sentía tan dueño de mi cuerpo como yo la única capaz de conseguir excitarlo de aquella forma.
Decir que esa situación era lo perfecto sería demasiado cursi o ñoño, pero era así. Era una continuación de mi misma hasta el punto de no poder determinar nunca donde comenzaba y acababa ninguno de los dos.
Sus movimientos eran casi feroces mientras sus palabras me calentaban hasta el punto de arder en llamas.

_ ¿Así nena?, ¿ésto es lo que deseas?, dime como lo quieres y te lo daré, haré lo que me pidas.

Sintiendo su descontrol. Así era como yo llegaba a sentirme más poderosa. En realidad no era esa la palabra, lo que me sentía era especial. Nunca podría describir la sensación de libertad, y a la vez de entrega y de dominio que me hacía sentir entregándose de esa forma.
Sin parar me repetía si quería más. ¿Cómo poder necesitar más cuando eres dueña de todo?, cuándo si apenas puedes abrazar todo de lo que eres poseedora.
Mi cuerpo se quedó vacío cuando salió de dentro de mí y pude notar su polla apoyada contra mi culo húmeda de mis fluídos. Caliente como un hierro que impregna fuego sin quemar la piel y quemando el interior.
Sentir frío al estar vacía de él por dentro. Ausencia.

_ Edward por favor, necesito estar llena de tí.
_ Y lo estarás, pero necesito tenerte en mi boca, comerte.

Comerme... palabras como esa hacían que mis piernas se derritieran, dando gracias a estar en esos momentos recostada en la cama, pues de otra forma hubiese sido imposible permanecer equilibrada.
Deshizo su abrazo sobre mí para posicionarse entre mis piernas, abriéndolas muy despacio pero por completo. Expuesta totalmente para él.
Verlo hundir su rostro entre ellas, era más que suficiente para anhelar que su lengua recorriera mi clítoris. Mi cuerpo parecía recordar cada una de esas caricias, porque temblaba de anticipación. Sus labios chuparon, degustaron y absorvieron completamente mi esencia y yo gemí inmersa en unas sensaciones que me llevaban a delirar de placer sabiendo que habría más, mucho más.
Su lengua dentro de mi coño me hacía el amor sin prisa pero sin descanso y sabía que o comenzaba una carrera desesperada por anticipar mi orgásmo o Edward pararía para volver a dejarme a las puertas del cielo.
Y nuevamente su voz abriéndose paso en mis sentidos me dió la prueba irrefutable de lo que el amor puede llegar a interpretar sin errores la mente del otro.

_ No seas tan lista, ni tan rápida princesa. Tu olor y tu sabor me hacen saber lo cerca que estás de viajar sin mí y eso hoy no te está permitido.

Mordió mi clítoris con sus dientes y si mi cuerpo hubiera reaccionado no con excesiva languidez, juraría que habría podido llegar a sentir el fin, incluso en contra de sus deseos.
¿Cuándo al comienzo de estos juegos pude pensar que era poderosa?. Era pura arcilla en sus manos. Edward podía hacer que muriera lentamente para después emerger de entre la nada.
Era lógico pensar que el paraíso era un lugar extraordinariamente decorado y que Edward en algún momento lo adecuó para mí.
No tenía ni idea del tiempo que podíamos llevar inmersos en juegos, en caricias que nos hacían anhelar, desear y buscar desesperadamente sentirnos uno. Pero mi estado tampoco me permitía ser muy consciente del espacio. No supe cuando me tomó en sus brazos y me llevó a la ducha y el agua tibia empapó nuestros cuerpos unidos y entrelazados.
Los besos de su boca un tormento con sabor a mí, como un amante que me amaba amándome a mí misma.

_ Prueba tu sabor. Es más de lo que un hombre puede soportar.

Aquellas palabras volvían a provocar un incendio dentro de mí. Me amaba tanto, que necesitaba que yo me amara de la misma forma. Lo verdaderamente importante y generoso de nuestro amor, es que aunque no hubiera palabras que lo mostraran permanentemente, yo podía sentirlo.
Lo miré a los ojos suplicante. Sentía una necesidad imperiosa de probarlo, de sentir su polla en mi boca y notar como mi saliva se unía a sus fluídos. Un hermoso deseo de compartir, te doy y me das, me tomas y te tengo, soy tuya y eres mío.
No esperé encontrar ninguna respuesta en sus ojos, y me arrodillé sobre el mármol abriendo mi boca hambrienta y haciendo desaparecer su polla dentro de ella. Las palabras de Edward y sus gemidos se perdían entre el chorro del agua que caía sobre nuestros cuerpos.
Las manos de Edward sobre mi pelo, acariciando mi cara, sintiendo sus pulgares sobre mi garganta, por momentos sintiendo más presión y otras veces soltándolas para sobre sus palmas apoyarlas contra la pared.
Nunca podría comparar como era era sensación. La de sus manos sobre mi garganta.
Era la presión y la libertad, el ahogo y la vida.
Su desesperación la mía.
Su placer, mi locura.
Su temblor, mi escalofrío.
Sus gruñidos, mi música.
Un único pensamiento. Conseguir que se vaciara en mi boca. Y mi coño gritando todo lo que necesitaba antes de morir.
Dirigí una de mis manos hacía mi clítoris deseosa de sentir tanto como Edward, ansiosa por concluir aquello que él había comenzado y que de alguna manera ya creía imparable.
No podría explicar donde empieza el deseo, donde acaba y donde te olvidas del sexo para que éste se transforme en puro amor, donde esta el comienzo o el final de cada cosa, porque todo mi cuerpo temblaba por sentir llegar a alguna parte que ya conocía, de la que me sabía el camino, pero donde siempre era mucho mejor llegar con él.
Alcé levemente mis ojos y los de Edward miraban descarados mis manos y como éstas me autoconsolaban. No era nada nuevo para mí saber el placer que Edward sentía cuando me veía acariciarme, y sin dejar tiempo a que su mirada se cruzara con la mía,viendo como mordía sus labios y su lengua sinuosa asomaba entre ellos, introduje dos de mis dedos en mi coño, acompañándolos de esos movimientos que mi cuerpo exigía, insistiendo una y otra vez al mismo ritmo que mi boca no daba lugar a caer en el pensamiento de la demora por poner fin a los juegos y tragar por completo su semen.
Un suspiro ahogado y una respiración agitada junto a un ruído que casi no pude determinar fueron suficientes para que nuestros ojos se buscaran dándose el
consentimiento que ambos necesitábamos para la liberación.
Lo siguiente que sentí las venas de su polla hincharse y rozar mis labios y a continuación un chorro espeso de su semen sobre mi garganta inundándola por completo.
Lo que siguió a continuación fue una corriente por todo mi cuerpo hasta hacer que mis rodillas no soportaran mi propio peso y mi cuerpo se desmadejara sobre el suelo húmedo de la ducha.
Las manos fuertes de Edward se enrollaron en mi pelo tirando ligeramente de él separando ligeramente mi boca de su polla y consiguiendo que volviera a incorporarme sobre mis rodillas, para que pudiera tomarme entre sus manos y consiguiera levantarme a su altura.
Su boca se estampó sobre la mía, donde repitió palabras mágicas para mí.

_ Soy tuyo cariño, solo tuyo.

Es curioso como unas simples palabras, pueden despertar en un corazón sensaciones tan completas. Siempre había escuchado a Edward repetir una y otra vez … mía, eres mía,... y aquel soy tuyo, había hecho una vez más, que me sintiera gigante. Quizá fuera verdad lo que decía, … “eres una bruja”..., pero estaba dispuesta a ser una bruja buena o tal vez mala, ¿quién lo sabría?,en esos momentos no sabía ni que pensar.
Y como si pudiera leer mis pensamientos, sus palabras me hicieron sonreír mientras hundía mi cara en su cuello.

_ Bruja, eres una bruja capaz de conseguir lo que te propongas.
Puede que lo fuera, a esas alturas no estaba dispuesta a dudar de nada de lo que dos personas que se aman son capaces de conseguir para satisfacerse, para unirse y completarse, pero lo mejor de todo era estar convencida de que para amarlo, para que supiera cuánto era capaz de amarlo, mis demostraciones, jamás tendrían límite.
_ ¿Cansada nena?

Su voz me hizo despertar de ese pequeño letargo al que siempre conseguía llevarme,pero por mucho que lo estuviera, ni loca pensaba renunciar a lo que vendría. Las brujas no duermen, ¿o sí?.
Mi voz sonó tan descarada que justo después de escucharme volví a hundir mi cara en su pecho.

_ Ni loca te diría que lo estoy.

Y sus risas lo llenaron todo.
En esos momentos tantos días de incertidumbre por mi operación, una vida que comenzaba junto a Edward, la inseguridad ante mis propios recuerdos, enfrentarnos a todo un entramado contra nuestra felicidad, redescubrirme a mi misma, no significaban nada, porque además de Edward, de todo lo que sentíamos, estaba mi
bebe. Aquel precioso milagro de vida juntos, me hacía grande, aunque el resto del mundo quisiera considerarme frágil.
Qué cierto era que una mujer embarazada es una mujer invencible.

_ Estoy loco por tí y creo que algo se te ha contagiado de mi locura.

No cabía la menor duda. Yo también lo estaba por él y bendita locura que me llevaba a vivir todo con tal intensidad que el resto del mundo pasara delante mía con tal nitidez que comprendiera la importancia de lo que ambos teníamos, de lo que los dos erámos dueños.
Y lo dije, por primera vez ...lo dije...

_ Sí estoy loca, loca por tí.

Y el brillo de sus ojos se unió a los míos formando un único sol capaz de iluminarlo todo. El resto podría ser oscuridad, noche o negrura, pero lo que había entre Edward y yo era lo más parecido a la luz que yo hubiera podido describir jamás.
Y lo que me dijo a continuación, nos hicieron sonreír descontroladamente muy bajito, manteniendo en secreto nuestros siguientes planes.

_ Ha sido un descuido por mi parte no tener tiempo para depilarte nena.

Dicen que las cuerdas de una guitarra tocadas con maestría pueden hablar, llorar o mostrar su quejido, hacernos sentir lo que dicen y como lo dicen. Que el olor puede hacernos evocar momentos que ya hemos vivido e incluso llevarlos a lugares que deseamos descubrir. Igualmente la visión de lo hermoso puede hacernos sentir
en paz. Nunca podría expresar con justa y absoluta claridad lo que sentirme entre los brazos de Eward, en un momento de complicidad tan íntimo, con ese toque descarado, canalla y atrevido de nuestros deseos, podría provocarme. Era como sentirse en casa, y que esa casa fuera un lugar nuestro y de nadie más, un hermoso rincón de delicias y consentimiento, un grandísimo tesoro solo para los dos.
Me sentía implacable,...no no era esa la palabra,... lo que sentía era que nada de lo que quedaba por suceder por mucho que pudiera imaginarlo, con todo lo que podía conocerlo, siempre era un misterio. Buscábamos más, no solo era la necesidad de un deseo por satisfacer, sino más bien de descubrir donde estaban nuestros límites, hasta donde podíamos pedirnos, exigirnos o darnos, pero sin dejar de reconocer que ese todo, nunca sería suficiente.
Llevé su mano a mi entrepierna y la pasé varias veces por mi pubis.

_ ¿Te refieres a ésto?.

Su precioso rostro gesticuló un sonrisa de esas que conseguía que mi corazón dejara de ser un músculo para convertirse en una nube de gelatina y tuviera que hacer un terrible esfuerzo por no dejarme caer en sus brazos. Sus dientes blancos mordían sus labios y yo quería que los míos acompañasen esas mordidas, como con hambre,
comer alimento de ellos.
De puntillas y echando aún más mi cuerpo contra el suyo los mordí chupando luego con mis labios los suyos, escuchando el sonido de ambos al succionarse.

_ No me entretengas nena, tengo trabajo por hacer.

Y sus manos tomaron jabón para lavarme como a una niña, su niña, pero con aquel toque de ….voy a hacer que te vuelvas loca otra vez... que me hacía perder la cabeza y dejar que fuera mi coño quien mandara órdenes, como un poderoso general sobre mi cuerpo.
Esta vez fue Edward quien bajó hasta mi entrepierna y con una maquinilla fue rasurándome por completo con tal delicadeza y proporcionándome tanto placer, que hubiera deseado ser un peludo gorila.
Separaba mis muslos con sus manos tan suavemente que apenas si podía tener conciencia de cuando mis pies tocaban el suelo o cuando mis piernas tomaban la iniciativa de enredarse en sus caderas.
La última pasada de sus manos sobre mi coño fue tan leve que casi me deshago entre sus brazos.

_ Estás demasiado impaciente y eso me pone muy caliente nena.
_ Edward te necesito dentro de mí.

Y mi boca dijo el resto mordiéndo la suya sin compasión.

_ Shhhh, despacio fiera, despacio. No te confundas. Lo de antes solo fueron los preliminares ahora vida mía no pienso ser nada generoso.
Salió de la ducha y secó su cuerpo, mientras yo como una boba miraba como la toalla acariciaba su cuerpo. Hubiera querido ser lengua en esos momentos para lamer cada una de las gotas de agua que posesivamente lamían su cuerpo. Ellas lo hacían, ¿Por qué yo no?
Mi cara debió decirle muchas cosas, porque sus ojos de fuego me consumían.
Se acercó hasta mí y sus manos fueron las encargadas de ir secando mi cuerpo, masajeándolo con tal mimo que moría en cada momento por más.

_ Con tus artimañas no vas a conseguir que ceda esta vez princesa. Esos ojos hablan un idioma que conozco aunque no pronuncies ni una sola palabra.
Creo que imploraba con ellos, o más bien daba gritos de loca desesperada, de deseosa de estar llena de él hasta el punto de arrancarle frases que aún me hacían consumirme en llamas.
Tomó mi cara con ambas manos y se acercó a mi boca sin rozarla, apoyando su nariz contra la mía y suspirando sobre mi rostro.
_ Me estás matando princesa. Yo solo quiero que ésto dure más y tú me estás pidiendo que acabe aquí ahora.
Enrollé mis brazos a su cuello pegándome como una enredadera con mis piernas a su cadera, buscando su polla e intentando ubicarme de la forma correcta para que casi no tuviera que pensar en la penetración.
Y pude notar sus manos en mis caderas haciendo la suficiente presión para sentirme llena otra vez.

_ Tú ganas, ganarás siempre preciosa. Nunca voy a negarte nada.

Me sentí dominante. No pude por menos que reír por dentro. ¿Quien dominaba a quién?. Cualquiera de los dos encendía la hoguera, cualquiera de los dos daba tanto como exigía, curiosamente sin pedir, solo necesitando. Sus paradas me hacían necesitar, mis impaciencias lo hacían acelerar. Al final ambos culminándolo todo.
La suavidad de las sábanas sobre mi piel aún húmeda, el roce de sus dedos retirando mis cabellos mojados de mi cara, sus labios sobre mi garganta, esperando sentir como ésta se movía al tragar saliva y mi pulso se aceleraba, sus piernas poderosas sobre las mías, el peso de su cuerpo aplastando mis pechos. y yo me sentía una diosa del sexo.
Debió entender como me sentía, porque me miró fijamente para a continuación llevar sus manos al cabezal de la cama y sostenerlo con fuerza, tomando impulso sobre sus brazos para introducirse aún más en mí.
… Decir, sentir, perderse, volver y no saber qué pedir cuando no te falta nada...
Cuando Edward estaba tan implacablemente dentro de mí, no había ni comienzo ni fin. Se acababa el exigir para dejar que mi cuerpo sintiera todo lo que él quisiera darme, todo lo que mis movimientos me permitieran.
Y como siempre, como cada vez, como si nunca lo hubiéramos sentido, como la primera vez, nuestros cuerpos sabían mucho mejor que nosotros lo que tenían que hacer. Juntos, mirándonos, al unísono, siguiendo las exigencias del otro, comiéndonos la boca, mordiéndonos la carne, suspirando, gimiendo, gritando, amándonos, solos dos te quieros que se encuentran para ratificar, fortificar y seducir aún más a nuestras almas.

_ Te quiero.
_ Te quiero.

Esas dos palabras se repetían entre nosotros sintiéndonos amados, llegando a nuestro lugar, ese que teníamos solo reservados para nosotros.
Y su boca fue ahora a comer de mis pechos con un hambre devoradora. Nuestra imagen era la del deseo, la del placer más hermoso. Sus empujes tan intensos y a la vez tan controlados, que me sentía por momentos clavada sobre el colchón. Los músculos de sus brazos marcándose cada vez que tomaba impulso era un espectáculo casi divino. Mis piernas tomaron su cintura clavándose en ella consiguiéndo así alzar mi espalda y fue cuando sus dientes se clavaron sobre mis pezones, haciendo que el dolor y el placer se desdibujaran en mi rostro.

_ Princesa no quiero hacerte daño, no seas cruel.

¿Cruel?.No sabía dónde podía encontrarse mi crueldad, ni tampoco entendía donde se encontraba el temor de Edward a hacerme daño. Y mi lengua, demasiado rápida y ligera en algunas ocasiones, dejó algunas perlas en el camino.

_ Edward lo quiero todo.

Clavé mis talones sobre sus nalgas y entendió que el momento había llegado. Sus movimientos se aceleraron hasta conseguir que ya no hubiera vuelta atrás. Se acabaron los juegos y hasta casi todo el aire se perdió en alguna parte, porque el único lugar donde encontraba un poco era en su boca, la misma que pronunciaba mi nombre una y otra vez mientras su semen me regaba por entero.
¿Dónde pude quedarme?, ¿hasta dónde llegué a sentir?, ¿cuánto duró mi orgasmo?, no podría saberlo, pero sí sentir como mi cuerpo, dolorido, adormecido y satisfecho, sentía el calor de su cuerpo cuando me tumbó sobre su pecho para dejarme dormir sobre él. Allí sobre su corazón, oyéndolo volver a encontrar su ritmo natural, y lo
mejor de todo, sin salir de dentro de mí.
Tuve la desfachatez de estrechar las paredes de mi coño sobre su polla y lo que vino a continuación también formó parte de hacer el amor. Fue hermoso sentir su sonrisa,y agitarse su cuerpo bajo el mió temblar sin decir palabra. ¿Para qué?, no eran necesarias. Los dos estábamos saciados,completos, llenos de amor y de locura. ¿Acaso no van juntas de la mano?.
Teníamos que descansar algo, aunque solo fueran unas horas. La madrugada apenas había comenzado y yo tenía en mente demasiados planes reservados para aquella noche nuestra. Nuestra era una hermosa palabra que se había apoderado de nuestras vidas de forma consentida. Hacer y sentir las cosas juntos, a veces incluso sin comunicarnos con palabras era casi cotidiano. No confundiría jamás la cotidianidad con la rutina, porque no dejaría que esta última formaba parte de nuestras vidas.
Sentí una pequeña corriente eléctrica recorrer mi vientre, algo pequeño, desconocido y nuevo pero a la vez que desconcertante tan liviano y airado que no sabría definir si no fuera porque mientras que se sucedían esos pensamientos se repitió. Pequeñas
alitas de mariposa, como miles de pestañas acariciando mi interior se sucedían a ambos costados de mi vientre bajo. Y como si nuestro cerebro estuviera conectado a nuestros deseos, a nuestro corazón, a aquellas cosas que anhelamos y que pensamos, dándonos un poco de miedo que los demás sospechen lo que nuestra mente nos muestra, no quise decir nada sino hacer que Edward lo compartiera conmigo.
Tomé su mano y la puse bajo mi vientre y la conexión de ambos fue inmediata.

_ ¿Puedes sentirla?
_No sabría decirte, no es un movimiento, es más como una caricia lejana.

Besó mi pelo y una pasada de su mano muy muy lenta nos acarició a las dos estoy convencida de ello. Y todo se paró en ese momento para mí cuando sus manos se apoyaron en mis nalgas rodeándolas y me dijo al oído...

_ Es mejor que nos durmamos o nuestra niña sabrá demasiado aún siendo tan pequeña.

No pude por más que sonreír por dentro. Edward siempre tenía una palabra que me hacía sentir calor, algo que yo para no repetirme podría llamarlo … mejor que bien.
Y el sueño me venció, aunque no estaba dispuesta dejarle ganar la batalla. Mientras que mi cuerpo se rendía a la plenitud y el cansancio, mi mente repetía una y otra vez, solo un poco y despertaré de nuevo.
Creo que lo repetí tantas veces que subconscientemente mi cuerpo recordó, porque al abrir los ojos, una tenue luz iluminaba el dormitorio y las sombras de todos los objetos del dormitorio se proyectaban sobre la pared jugando a ser las cosas que yo imaginaba.
Frente a mí, muy cerca del espejo del vestidor podía dibujarse algo parecido a una estrella, y algo más a la derecha el perfil de una hoja. Sobre el techo aparecían esbozos de imágenes más grandes y más difusas. Moví casi imperceptiblemente mi cabeza para verlas con más campo visual cuando sentí que los dedos de Edward se entrelazaban a los míos. Siempre conseguía que su forma de tratarme me nublase cualquier pensamiento. Edward sabiendo que sus manos eran demasiados grandes y sus dedos muy largos, dejaba ligeramente abiertos los dedos para que fuese yo quien introdujera los míos hasta donde la presión no me hiciera daño.
¿Cómo puede alguién tener presente tantos detalles?
Y ante el siguiente gesto me rendí.
Su lengua recorrió con amplio poder sobre mí partiendo desde la clavícula izquierda a la derecha al mismo tiempo que giraba nuestros cuerpos y nos colocaba de costado a ambos.
No había terminado de sentir un delicioso escalofrío en mi espalda, cuando un mordisco lento juntos en el centro de mi espalda, culminó cualquier efecto anterior.

_ Si tus hormonas siguen esta línea durante todo el embarazo, seguramente moriré de un infarto. Estoy ciego nena.
_ ¿Y yo soy tu luz?

Solo una palabra antes de que su boca invadiera la mía de la forma que más adoraba,... al abordaje.

_ Todo.

En aquellos momentos tenía claro que Edward nunca sabría que era lo que yo sentía por él. Yo no tenía palabras tan poderosas como las suyas, no sabía como hacerle llegar, como me hacía sentir y a él nunca parecía costarle nada decir cosas que alegraran a mi corazón. Bueno en realidad ya no era mío. Era mejor así, quizá podría sentirlo tan cerca del suyo, que supiera cuánto y cómo de rápido latía por él.
Me dí la vuelta para mirarlo de frente, necesitaba que viera todo lo que no era capaz de expresar en mis ojos y mis dedos perfilaron sus cejas haciendo que cerrara los ojos y se abandonara a mis pequeñas caricias.
Me encantaba ver sus gestos cuando mis manos lo acariciaban. Era ver a un hombre convertirse en un niño y casi podía oír sus ronroneos bajitos. Al llegar a su boca cerré mis ojos. Me la conocía hasta el punto de rozarla con mis dedos y pasar mi lengua por los míos como si de un beso se tratase.
Los besos pueden darse de muchas formas, y las piernas de Edward deslizandose sobre las mías era una de ellas. El instinto básico de los cuerpos hablan de infinitas maneras, creo que las palabras se vuelven arcaicas cuando dejamos que ellos seanquienes definan lo que buscamos.
Las yemas de sus dedos con pequeños toques sobre mi espalda, me hacían escuchar música, como si mi cuerpo fuera un piano y Edward un experto músico, y podría jurar que la escuchaba, que oía esa rapsodia que él componía cada vez que me tocaba. El ritmo siempre el mismo y constante, el sonido cada vez diferente y demoledor. Y debíamos estar escuchando ambos la misma, porque nuestros cuerpos parecían bailar sin moverse de la cama.
Fui a decirle... bailas Edward..., pero no tuve tiempo. Su cuerpo comenzó abalancearnos a los dos, a arrullarnos, y podría jurar que fue el baile lento más erótico y sensual que hubiera podido imaginar.
Dos cuerpos desnudos, uno guiando, otro dejándose llevar, como el viento cuando de forma suave levanta pequeñas corrientes sobre la superficie del mar.
Ese era Edward, el viento y me hacía sentir un mar inmenso capaz de bañarlo todo.
Volví a acariciar su rostro, ahora sus mejillas mostraban una barba incipiente que hacía cosquillas sobre mis dedos, y un hormigueo muy leve los recorría haciéndome sentir casi volando. Era como si mi cuerpo no se apoyara sobre la cama, y yo estuviera siempre sobre algodón.
Mis ojos se cerraron y solo pude oír la voz de Edward.

_ No los abras nena, solo sonrieme.

Supe entonces lo que sucedería a partir de ese momento. Edward el resto no me haría el amor físicamente, no entraría en mí, sin embargo su boca, sus palabras, y su cuerpo junto al mío harían mucho más, adorarse.
Y como un ángel enviado a la tierra para admirarme, mimarme, consentirme, y deshacerme, sus manos tomaron las mías llevando mis brazos hacia arriba, firmes y extendidos, sometiéndolos al roce de sus manos desde las muñecas hasta las axilas,para luego bajar por los laterales de mis pechos, anclarse en mi cintura y rodearla.
Maravilloso tormeto.
Abrí mis ojos y en los suyos solo había amor, admiración y dos palabras escritas...inevitable amarte...
Su boca se acercó a la mía abierta sin prisa, sus dientes presionaron mis labios, primero uno y luego el otro, separándose para volver a mirarme. Creo que nunca unos besos fueron más hermosos que aquellos que hablan de para siempre, de los que no acaban porque su sabor puede reconocerse en cualquier parte. Besos en los que te sumerges y la respiración se hace innecesaria. Mi ángel, mi hombre,
mi compañero, me estaba dando la vida en cada uno de ellos. Nunca sus besos me parecieron más tiernos, más ansiosos, llegué a asustarme porque pareciera que con cada uno de ellos se estuviera despidiendo.Pero no, despedía a uno para comenzar con otro.Era solo un adios que marcaba simplemente un hasta pronto y comenzaba nuevamente.Y mi boca golosa comenzaba a sentir una perfecta insensibilidad que despertaba con mordiscos lentos, para luego lamer con su lengua.
Entremedio de aquellos instantes que siempre formarían parte de nuestra perfecta intimidad, sus brazos no me soltaban y yo sentía que a su lado jamás me podría caer.
El amor entiende todos los lenguajes y yo estaba segura que en cualquiera que me hubiera hablado, aunque lo acabara de inventar, yo lo hubiera comprendido.
Fui ahora bajando mis brazos hasta sus hombros, dejando apoyados mis codos sobre ellos y buscando el roce de su cabello sobre mis manos mientras las piernas de Edward se enrrollaban a las mías en total signo de posesión, maravillosa posesión que me retenía y me liberaba, que me lanzaba a un vuelo alto, donde el único cielo era él, siempre él.
Y así, dedicándonos solo a los dos, sin nada de espacio entre nuestros cuerpos, pero todo el tiempo del mundo para nosotros, volvieron sus alas a envolverme oyendo como pronunciaba un “te amo”, antes de dejar de ser yo....

3 comentarios:

  1. genial me dejas sin palabras cariño.Gracias por compartirla con nosotras....Besos...

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  2. Anitina, que belleza... estoy conmovida con el capítulo que nos has regalado. Me parece hermosa la manera cómo has pintado la generosidad producto del amor. La entrega sin juicios, sin dudas. Lo he leído dos veces seguidas. Es uno de los mejores capítulos que nos has brindado, en mi humilde opinión. Esta estupendamente logrado, estimada mía...
    Me ha gustado mucho. Es inspirador.
    Creo que al leer el escrito en primera persona te vinculas de manera más profunda con quien lo está contando. He notado con mayor intensidad la mezcla de sensaciones que están expresadas allí -sonidos, olores, sensaciones en piel, imágenes, sentimientos-. En fin, me encanta.
    Tu casa va a estar hermosa... deseo que pronto esté lista, al menos lo suficiente para que pase el primer examen de aprobación y además, que sea tu espacio a salvo y de disfrute de momentos memorables.
    ¡Un abrazo!

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  3. Wao cadA vez es insuperable Nena, te felicito muy bien hecho, me matas con cada Apitulo. sigue asi.
    Saludos

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