Bueno Yaris, te llegó la hora, para la chica de las letras verdes más rápida traduciendo que he conocido, para esa que pide consejo de como vestirse, y además triunfa, para la que habla a escondidas desde su ordenador, para la que confia en Robsten sin ninguna duda, para la que muestra afecto con palabras muy cortas, para la adoradora del dragón, para la más pervertida jajajajaja, no sé si estaré a tu nivel, pero ahí va este capítulo con todo mi cariño.
JAJAJA FELIZ CUMPLEAÑOSS YARISS DPD HAN.....
… Bella despertó feliz, en toda su alma había plenitud. Le quedaban tantas cosas hermosas por vivir. De alguna manera declararle su amor a Edward le había liberado. Todos sus miedos quedaban atrás. En su interior deseaba aprender a decir te amo en todos los idiomas y repetirselos a Edward una y otra vez. Sonrió, se sentía como una niña, como una adolescente, el amor no hacía más débil, pero si rejuvenecía, llenaba la vida de una sensación distinta, fuerte y alegre, no había nada que pudiera derrotarla.
Miró a través de la luz que entraba por su ventana, un día solo un día y estaría de nuevo a su lado. No pensaría en las horas, solo trabajaría y dejaría que el tiempo se deslizara sin contarlo, sin retenerlo, sin restar, sin sumar. Esa sería su manera de esperar su llegada. Sólo estaría atenta a sus llamadas, a su voz, a sus palabras, al calor que ellas le hacían sentir a las sensaciones que su cuerpo anhelante le regalaban ante sus caricias. Imaginó su rostro, el de los dos en su encuentro y un temblor recorrió todo su cuerpo, sabía de la forma insaciable de amar de Edward. Conocía su forma de hacerle el amor, su manera de follarla. Un leve rubor cubrió sus mejillas, adoraba verlo convertido en un animal por y para ella.
…Y los minutos y las horas fueron sucediéndose, estrellándose en el tiempo como el agua del mar lo hace contra la orilla una y otra vez, lamiéndola y acariciándola, ganandole terreno, consumiendo la tierra. Y llegó el día.
La llamó a las 6 de la tarde, y su voz a través del teléfono era impaciente. Bella tembló solo con oirlo, en unas horas estaría con él, juntos otra vez. Bella no quería imaginarse aquel encuentro, se había sentido vacía, dos días de ausencia. Sólo su voz al teléfono y aunque quisiera no pensarlo, dos días que esa voz la había acariciado entera. Se estremeció.
_Nena dos horas me separan de tí, dos horas y estaré en el cielo.
_ Dos horas interminables Edward.
_ Escucha atentamente mi amor lo que quiero que hagas. Vistete solo para mí, sé una mala chica. Irá a recogerte un coche a las 8 para llevarte hacia mi. Cenaremos los dos, tu y yo y nuestros deseos. Necesito tenerte, seducirte, necesito tocarte. Sorprendeme princesa.
Bella sonreía entre valiente y tímida, sabía que su mayor arma con Edward era su inocencia, como le hacia sentir y las respuestas que su cuerpo le daba, pero también conocía el interior de su hombre, ese interior que le hablaba de sus fantasías, de sus deseos más íntimos, de como le gustaba sentirla atrevida y exigente, de como lo hacia arder cuando se le mostraba como una mujer salvaje.
_ Creía que tenías tantas ganas de mí como yo de tí y que la seducción vendría más tarde. Pensé que en un primer momento las palabras sobrarían, que tus manos y tus besos lo harían todo. Estoy deseosa de entregame a tí, de hacerte saber lo que todo mi cuerpo y mi alma sienten cuando se abandonan en tus brazos.
Lo oyó gemir, oyó sus manos arrastrar a través de su cabello, lo oyó suspirar, y sonrió. Sabía que en ese momento, era su dueña. Edward habló despacio, no hubiera podido hacerlo de otro modo aunque hubiera querido.
_¿ Eso es lo que deseas nena ?, ¿Quieres al animal que hay en mí?, Tú mandas. Vistete para mí y quédate en casa. Pensaba que tú querías algo de persuasión y romanticimo, pero has despertado al ogro. Preparate mi amor, porque me lo estás pidiendo todo, y si es así, quiero que sepas que no soy tierno, ni dulce, solo soy un hombre que ha perdido la razón. Te aseguro que esta noche no saldré de tí, te follará mi polla, te hará el amor mi boca, te acariciaran mis manos hasta que me digas que no puedes más.
La cara de Bella ardía igual que su vientre. ¿Quién dijo que los hombres tenían que ser correctos con sus mujeres?.
Sintió su entrepierna húmeda, palpitante, deseosa de sus manos, cerró los ojos notando sus caricias, esas que la llevaban a la perdición, mordió sus labios. Estaba claro que esas dos horas serían inmensas. Lo oyó de nuevo.
_ Princesa no pienses, no sientas sin mí, deja que sea yo el que una y otra vez te lleve al borde del abismo.
Solo pudo repetir su nombre
_ Edward
Su nombre, el mismo que él sintió introducirse por cada parte de su cuerpo, activando cada una de sus células, electrizándolo, deseando con todas sus fuerzas atropellarla de deseo. Una tormenta y un huracán en medio del vacio, donde no importaba nada el resto del mundo. Edward se tocó la polla por encima de su pantalón, dolía Dios como dolía.
_ Cuelga nena o el resto del mundo sabrá que eres una chica muy mala.
Bella rió a carcajadas, podría imaginarse a Edward inquieto, como un león enjaulado, los orificios de sus fosas nasales abiertos, la mandíbula apretada, su cuerpo tenso, un Dios cuando se veía de esa manera, un Dios potente, erótico y perverso que a ella la hacía abandonarse. Y entonces decidió ir un poco más lejos, ser mala de verdad, o ¿demasiado buena en el arte de la seducción?, quizá luego se diera cuenta de lo que verdaderamente había iniciado.
_ Me gusta saber que puedo hacerte perder el control, me gusta sentirme poderosa, saber que solo mi voz y mi recuerdo son capaces de hacer que te excites como ahora lo estás. Adoro saber que puedo dominarte, que puedo deshacer tus pensamientos, desmoronar tus mundos y ser la única. La única Edward, la chica de los sinónimos ¿recuerdas?, la golfa que sabe lo que deseas, la zorra que colma tus instintos, la que te arrastra hasta el infierno, la que te quema, la que hará siempre lo que le pidas, la que te pedirá dolor y placer, unas veces la princesa y la nena, otras... (calló y esperó unos segundos), la que sabe hacerte grande muy grande Edward, solo para mí. (Esto último lo dijo de manera sinuosa, intrigante, suave, sensual). No necesito un hombre corriente, ni dulce, ni un maldito caballero, en mi vida solo existe el guerrero indómito, el hambriento de fuerza y poder, la bestia insaciable, el que lucha sabiendo que no existirá la rendición.
_ Nena calla, calla.
Y su voz se fue apagando, casi como a quien se queda sin aire, sin respiración.
_ Te amo.
_ Nena, me estás destrozando, soy solo un hombre volando en medio de la nada hacia tí. No quiero que pienses en nada cielo, solo en mí, ¿me oyes?, desde este mismo instante, en mis manos y en mi boca, buscando en tu cuerpo lo que solo tú puedes darme.
Y colgó. Bella quedó con el teléfono en el oído y lo llevó hasta su corazón, apretandolo como si deseara que esas frases pudieran atravesar su pecho. Segundos después volvió en sí, había muchas cosas por hacer, sonrió, lo sorprendería, claro que lo sorprendería.
Subió hasta el baño y se preparó la ducha. El agua caía sobre su cuerpo caliente, bañando su piel, piel que ella acarició suavemente, cuidandola, masajeandola, preparandola para la batalla, hasta sentir un cosquilleo recorrer todo su ser. Se miró en el espejo. ¿Cómo podía Edward hacerla sentirse tan hermosa?. Fue repartiendo pequeñas cantidades de aceite de miel sobre su cuerpo, quería estar dulce y deslizante. Se cubrió con una toalla y arregló su cabello, suelto y sedoso, como a él le gustaba. No maquilló demasiado su rostro, solo añadió algo de color a sus ojos. Fue a su armario, al abrirlo pudo observar la ropa de Edward e instintivamente la acarició. Unos fragmentos de su olor llegaron hasta su cerebro, inquietando todo su cuerpo. Llevó su mano hacia su nariz, inhalado su esencia, Edward olía a limpio, a tierra y a madera, a hombre. Y como si el poder de anticipación la atravesará su cuerpo volvió a temblar. Se abrazó así misma intentando calmarse, su cuerpo oía tambores de guerra y se preparaba para la lucha. Se dirigió hacia los cajones y encontró una de aquellas pequeñas perversidades compradas aquella tarde con las niñas. Recordó las palabras de Alice aquel día, las que decían que había que ser la mujer que los hombres codician fuera de casa. Edward no tendría que buscar jamás, ella sería lo que el quisiera siempre. Lo amaba con cada pequeña parte de su cuerpo, y cuando se amaba así, no había descuentos, ni recortes, ni reservas, el amor no admitía rebajas. Eligió un conjunto color piel, recordó que cuando se lo probó le pareció estar desnuda, sin dejar de estar cubierta. Dos prendas finisímas sobre su cuerpo excitado, el tejido semitransparente acariciando y ajustandose a sus curvas, ribeteado en un encaje delicadísimo que le hacia cosquillas. Las braguitas no eran demasiado pequeñas, le gustaba su forma de cullote que aprisionaba y redondeaba su culo. Se tapó la cara con las manos y rió, jamás hubiera imaginado que podría prepararse de esa manera para una cita, mirando cada detalle. Eligió un precioso vestido, de seda suelto, cuyos tirantes largos dejaban ver a través de su escote el valle de sus pechos, agarrado al cuelo con un pequeño broche. Una interminable espalda se descubría por entero desnuda. Pensó -fácil acceso-, su mente parecía estar cumpliendo todas y cada una de las palabras que Edward le pedía, como si la lección estuviera más que aprendida. Medias negras de seda al muslo y tacones altísimos negros.
Miró el reloj, 30 minutos la separaban de ese encuentro atroz. Fue vistiendose lentamente observando cada parte de su cuerpo y recordando todas las sensaciones que Edward le hacia sentir en cada parte de sí misma. Se colocó los zapatos y se observó por última vez en el espejo. No había nada que añadir, excepto valor, pero estaba segura que eso lo encontraría en su necesidad por él.
Oyó la cerradura de la puerta. Todo su cuerpo en alerta, en su boca una sonrisa, en sus ojos la luna. Bajó la escalera con cuidado, colocó su pelo hacia un lado, soltó el aire y levantó la vista. Lo que vió fue lo que necesitaba para ser en ese momento la más fuerte de las mujeres. Su hombre, magnífico, glorioso, nervioso y completamente despeinado. No supo interpretar lo que sentía, Edward la estaba acechando, comiendosela con los ojos. Estiró sus brazos hasta alcanzar con sus manos la solapa de su chaqueta y lo atrajo hacia sí y sin detenerse sus bocas fueron a encontrarse, chocando deseosas, buscando lo que ya conocían.
Edward empujó su cuerpo hacia dentro, cerró la puerta de una patada, como si fueran a robarle el tiempo.
Sus lenguas bailando, sus manos rodeando sus cuerpos estrechandolos. Sintió la excitación de Edward en su vientre, se rozó con ella, restregando su cuerpo, metió sus manos bajo la chaqueta de Edward, buscó su corbata, comenzando a quitarsela para acaparar con su boca su cuello, su torso , su piel.
Edward explotó. Tiró de sus manos y la empujó hacia la pared de la entrada. La ciño con su cuerpo, sin espacio que restase entre ambos, con sus manos tiró de su corbata hasta deshacerla, le dió la vuelta a Bella, poniendola de cara a la pared, las manos hacia atrás, y las ató con la misma.
_ Has ido demasiado lejos Bella, espero que puedas resistirlo porque esta noche no la olvidaremos ninguno de los dos jamás. Tu cuerpo será mi cuerpo, tu aire será mi aire.
Bella no había sido más feliz en su vida, aquel hombre era solo suyo.
No hubo miramientos, dejó caer sus tirantes y el traje cayó quedando prendido a la mitad de su cuerpo a la altura de sus muñecas. Lo que vió lo dejó sin habla. Su ropa interior lo estaba provocando aún más.
_ Hum.... Hum,..... Grrrrr.
Tomó aire. Sus fuertes manos rasgaron su vestido y acercandose a su oído murmuró.
_ Nada de lo que llevas puesto saldrá con vida hoy de aquí.
Y acto seguido comenzó a besarla, con besos húmedos, besos de terciopelo sobre su cuello, sus hombros, sus brazos, mientras que sus manos corrían hacia sus pechos. Le dió la vuelta bruscamente y se separó para mirarlos, mordió sus pezones, lamió, absorvió y volvió a morderlos hasta hacer que su color se prendiese. Por todo ruído los gemidos de Bella y sus propias inspiraciones, inspiraciones que se esforzaban por controlar el deseo de devorarla. Rasgó su sujetador y sus pechos votaron al resquebrajar la pieza de lencería. Vovió a hundirse en ellos, primero mordió uno, luego el otro. Bella se mantenía en un continuo gemido que la consumía, se sentía mareada. Cada poro de su piel triunfante, cada partícula de su cuerpo de fiesta, su corazón en plena carrera, su pulmones en búsqueda de oxigeno.Cualquier principio de pequeño dolor que sentía, terminaba conviertiendose en un extraordinario placer que la enloquecía. Sintió una de las manos de Edward dirigirse hacia sus nalgas, acercandola más a él, la otra hacia su clítoris, sintiendo como sus dedos se deslizaban en su centro bañado, ahogado casi en un río incontrolable que hizo gruñir nuevamente a Edward. Seguía respirando en su oído, queriendo llenar su interior con su aliento caliente, con sus palabras aún más ardientes.
_ Abre las piernas para mí cielo.
Bella lo hizo sin pudor alguno.
_Más, te quiero jodidamente abierta para mi.
Y Bella volvió a abrirse, mucho más para él sin que ni una sola parte de su cuerpo se negara a esa invasión. Aquellas palabras que siempre salían de la boca de Edward, insinuantes, sucias, provocativamente pronunciadas para inducirla al sinsentido, al descontrol, a la agonía más maravillosa que conocía.
Y Edward bajó la boca hasta su coño, enterrando su cara en él, perdiendose en él, buscando su alimento, buscando el elixir que lo hacia delirar.
Los gritos de Bella inundaron el espacio. Eran gritos hondos, salidos desde el interior de su vientre, que rasgaban su garganta, por la que pasaba su saliva con dificultad, no había en ella espacio para el aire. Mordió fuerte su clítoris, para luego pasar su lengua con movimientos desacompasados y lamidas largas por su coño. Introdujo dos dedos en su interior de seda y no hizo falta nada más. Bella estalló pronunciando su nombre una y otra vez.
Mientras intentaba recuperarse de aquel climax desgarrador, oyó a Edward desabrochar su cinturon, bajar su cremallera.
_ Date la vuelta preciosa, o ¿preferirías escuchar alguna otra cosa nena?, ¿ te gusta ser una golfa?, ¿mi golfa?. Apoya tus manos fuertemente contra la pared, puede que creas que has tenido suficiente, pero te aseguro que esto es solo el principio.
Con una mano apartó hacia un lado la braguita y con una sola embestida se unió a ella con un gemido ronco que provocó en Bella otro sacudido de excitación. Edward apoyó una mano en su cadera, y con la otra tiró de su pelo, consiguiendo que su cabeza se inclinase hasta ver su cara.
_ Tu ganas siempre pequeña zorra, tu consigues lo que quieres de mí, esta locura solo tiene un remedio, ¿sabes cual es muñeca?. ¿No?. Yo te lo diré, follarte hasta la locura, deshacerte, romperte, y aún asi no tendría bastante. Seguiría deseandote hasta caer muerto. ¿Te gusta nena?. ¿Te gusta así?, porque a mí me pierde, me mata tu calor, me olvido de respirar cuando estoy dentro de tu pequeño coño, solo quiero llevarte a mi locura, al mismo lugar donde estoy, darte más de lo que me pides para matarte de placer, y oirte decir mi nombre en esa boca que adoro, la misma que llevo follandome dos noches en sueños.
No había paciencia en las palabras de Edward, solo había desesperación, pero era eso lo que Bella ansiaba. Cada una de ellas pronunciadas con tanta agonía por alcanzar su orgasmo, que la hacían acercarse al suyo irremediablemente. Con Edward jamás existía el control, no habría nunca la posibilidad de dar marcha atrás.
_ Esto es un castigo cielo, y hoy es de verdad. Voy a follarte tan duramente que no podrás cerrar las piernas durante días.
Mientras que Bella escuchaba sus palabras, las embestidas de Edward eran demoniacas, como un poseso una y otra vez se hundía en ella. Su polla limaba las paredes de ese coño pequeño y estrecho que solo era de él, para él.
_ Rompéme Edward, rompéme.
Edward no pudo seguir escuchando, mordió su boca, si seguía oyendola le haría daño. Al contacto de sus labios sintió esa sacudida eléctrica que provoca la anticipación al orgasmo, contrajo sus músculos vaginales y se abandonó al placer del climax barriendo éste toda su energía. Abrió los ojos y vió al guerrero, al luchador rendido a su placer, casi aullando como una bestia, las manos aún en sus caderas, clavando sus dedos en sus carnes duras, quieto, completamente clavado dentro de ella. De tan hermoso era doloroso mirar.
_ Edward mi amor, desatame, necesito tocarte, abrazarte, necesito mis manos en tu piel caliente, por favor, por favor.
Y Edward lo hizo, desató sus muñecas, las besó y llevó sus brazos alrededor de su cuello. Se deshizo de sus pantalones, la cogió en brazos y de camino al dormitorio le dijo algo al oído que la hizo temblar y cobijarse bajo su cuello como una niña.
_ No quiero que te duermas, ¿me oyes Bella?, no es un ruego, es una orden nena, esto acaba de empezar.
No tenía miedo a lo que vendría, en un rincón de su alma, el miedo era solo “no ser suficiente para él”, lo demás no significaba nada. Ella no se rendiría jamás.
Entraron en el dormitorio, Bella parecía estar desorientada, el esfuerzo, el cansancio, el olor al cuerpo de Edward al sexo de los dos la tenían aún inquieta. ¿Cómo era posible?, no podía creerlo, su cuerpo seguía aún en pie de guerra, después de la contienda. Una risa interna nacida en su vientre le hizo sentir un pudor extraño. Por mucho que le hubieran explicado que el amor era todo lo que estaba viviendo, no lo hubiera creído ni en un millón de años. La gran mojigata convertida en la más experta de las furcias del reino animal con inteligencia. Pensó en como se había llamado así misma, ¡bonita palabra!, no se había sentido así nunca, y sin embargo al paso que iba, sería eso y mucho más para Edward. Había encontrado otra palabra que añadir a la promesa de Edward, “Ahora y siempre, todo”.
Se dirigió con ella en brazos hasta el cuarto de baño y allí la depositó en el suelo despacio, se acercó a su boca, y habló en ella.
_ Entra en el baño nena, llega el momento de los cuidados para el juego duro.
Bella lo hizo en silencio y despacio, viendo como Edward terminaba de quitarse la ropa, primero la chaqueta que dejó sobre el mármol del tocador, luego la camisa casi a trompicones, para seguir con los boxer. No dejó de mirarla ni un solo instante, sus ojos puestos en ella, en su desnudez, en sus curvas. Se acercó a la bañera y terminó de rasgar sus bragas.
_ Nada con vida ¿recuerdas?. ¿no llevas puesta la estrella nena?, ¿por qué?.
_ Está en la mesilla Edward, esperaba que tu me la pusieras, no quería llevarla si tú no estabas aquí conmigo.
Edward sonrió, solo ella hubiera pensado en algo así.
Desnudo como estaba se dirigió a la mesilla y tomó la cajita que la contenía, la extrajo de ella y fue nuevamente al baño.
_ Date la vuelta.
Bella retiró su cabello suelto y el se la puso lentamente como en un rito.
_ Me perteneces cariño, ahora más que nunca. Dímelo Bella, dímelo, quiero escucharlo ahora, mirandote a los ojos, princesa me muero por oirtelo decir.
Bella se volvió y tomo la cara de Edward entre sus manos, la cara del hombre que amaba con todas sus fuerzas, con todo su corazón. Miró en sus púpilas viendo su reflejo, la imágen de una amante completa, la de una mujer entregada al único hombre que le hacía alcanzar la plenitud. Su vientre se encogió ante la grandeza de tal verdad. Llevó una de sus manos hacia la nuca de Edward acercandolo hasta su carita, nuevamente su cuerpo le indicó que no había cansancio, que en los encuentros de los amantes no había comienzo ni fin.
Besó su boca como quien besa el aire, dejando que sus labios hablaran por sí solos, que fueran los que contaran instantes de delirio, dejando una huella en Edward de su sabor, que lo hizo temblar, y solo entonces lo dijo.
_ Te amo, Te amo, ahora y siempre, todo.
Edward cerró los ojos, tenía que retener ese momento, porque lo recordaría siempre de la misma manera. Tocó su boca con la yema de sus dedos, y Bella lo repitió sobre los mismos.
_ Te amo.
Edward abrió los ojos. Sus fosas nasales se abrían dando paso al aire que combatía en prisas por entrar en sus pulmones y hacer temblar su corazón.
_ Todo nena, todo.
Entró con ella en la bañera y se puso frente a Bella, no hubo palabras solo consentimiento, ella fue bajando por su cuerpo hasta arrodillarse, y sin dejar de mirarlo abrir su boca respirando con agitación comenzó a albergar su polla dentro de la misma. Edward cerró los ojos, nada de lo que hubiera podido soñar era igual a la boca de Bella. Su cuerpo se tensó cuando notó con la lengua de Bella iniciaba un recorrido completo desde su glande hasta su base, por todas partes, parecía tener una lengua recorriendo toda su polla a la vez, movimientos expertos que le hacían apretar los músculos de los muslos y pegarse más aún al suelo. Una de las manos de Bella agarró por completo su miembro iniciando un movimiento lento y decadente, mientras su lengua, cada vez más húmeda, recorría su glande. Bella pudo notar como las venas de su polla se hinchaban en su mano, como su dureza la mantenía gloriosamente erguida.
_ Me haces sentir un hombre muerto de necesidad por tí. ¿Confias en mí nena?
Bella apartó la cara para contestar y subió hasta estar a su altura.
_ Solo en tí.
Edward abrió el agua y la dejó caer sobre sus cuerpos, acompañando sus manos por toda la piel de Bella, enjuagando su cabello y llevandolo hacia atrás, lo tomó sobre su puño, haciendo que ésta inclinara su cabeza, dejandole expuesto totalmente su su cuello. Lamió su piel junto al agua que caía, hasta llegar a su oído.
_ Voy a cubrir tu cuerpo de aceite nena, todo tu cuerpo ¿sabes lo que quiero decirte?, voy a introducir mis dedos, en ese pequeño culo que aún no he probado, voy a acariciar con mi mano tu coño y voy a entrar en él para que me sientas en todas partes. No quiero que aguantes más de lo que puedas, no quiero causarte dolor sino sientes placer al mismo tiempo.
¿Dolor?, Si Edward seguía hablandole así ella se volvería loca antes de que le hiciera la mitad de las cosas que le estaba diciendo.
_ Voy a hacerlo muy despacio, tanto que me pedirás que siga.
Cerró el agua de la ducha y tomó a Bella por los hombros dandole la vuelta.
_ Abre las piernas nena y por las manos en la pared.
Tomó una toalla y la puso al borde de la bañera. Cogió la pierna de Bella y colocó su pie sobre ella.
_ Eso es princesa, voy a cubrir todo tu cuerpo, masajearlo y hacerlo suave para mis manos.
Tomó el aceite y depositó sobre las mismas una pequeña cantidad, comenzó un masaje lento desde la nuca, el cuello, los hombros, los brazos,subió por los mismos y paso bajo sus axilas hasta sus pechos. Los pezones de Bella la delataban, ansiosa, deseosa de las manos de Edward por todas partes. No pudo contenerse y restregó su culo sobre la polla de Edward.
_ No seas impaciente nena.
Y diciendo ésto enterró la polla en su coño hasta la empuñadura, sin dejar de masajear sus pezones.
_ Ahhhh... Ahhh, si si Edward si.
Edward llevó sus manos a su espalda, restregando con ellas todo el aceite, hasta llegar a sus nalgas, cacheteandolas suavemente. Bajó la cabeza sobre su hombro, mordiendolo .
_ Eso es nena, relajate, así eso es, abrete un poco más para mí. Bien muy bien.
Llevó una de sus manos hasta su clítoris y lo pellizcó.
_ Te gusta ¿verdad?, lo siento muñeca, no hace falta que me lo digas, no hay nada que tu cuerpo pueda esconderme.
Mientras que hablaba Edward no paraba de entrar en ella con lentas estocadas, que más que excitarla la estaban haciendo arder, una, otra, y otra. Su mano haciendo maravillas en su clítoris, su polla invadiendola, su aliento quemándola.
Sintió los dedos de la otra mano de Edward jugar en la entrada de su culo, haciendo pequeños círculos.
_ Si nena hora de los juegos para mayores. Mirame porque ahora mando yo. Quiero ver tus gestos, quiero saber cuando puedo continuar y cuando debo parar, cuando puedo moverlos dentro de tí y como. ¿Tienes miedo? (Se contestó así mismo). No no lo tienes, eres una gata, mi gata, solo mía. Mientras hablaba fué introduciendo su dedo corazón muy muy despacio, notando la contracción en Bella, y al mismo tiempo el pulsar de su polla.
_ ¿Quieres saber lo que yo siento cuando te tengo así?. Siento que no hay nadie más que yo que pueda sentirte, siento que no hay nadie más a quien puedas desear, siento que soy lo suficientemente hombre para invadirte y proporcionarte todo lo que necesitas, siento que no hay nadie más con quien podría hacerlo, solo tú. Mía, eres solo mía.
Bella se estremeció, no sentía en ese momento dolor, solo invasión por todas partes de su cuerpo, y más aún en las palabras de Edward. Ese ejemplar de hombre, fuerte, varonil, con un cuerpo perfecto, era solo de ella y la reclamaba como suya.
Los movimientos de sus manos en cada parte de su cuerpo la fueron llevando por lugares que Bella no pensaba que existían, estremeciendo desde sus pies hasta su cabeza, pequeñas corrientes eléctricas recorrían su cuerpo uniendose en algún lugar desconocido, pero sobre todo en su vientre, los latidos de su corazón hacia tiempo que habían perdido su sonar rítmico, sus manos se aferraban fuertemente contra la pared.
Edward voltéo ligeramene su cara y le comió su boca, haciendole el amor con la lengua. No había tregua, era un completo allanamiento, una total irrupción en su cuerpo que lo recibía llena de plenitud. Lo daría todo, todo por sentirse como se sentía en ese momento, era imposible sentirse más completa.
Edward comenzó a mover su dedo haciendo círculos, dilatando, ensachando su estrechez.
_Eres mi locura, lo estás haciendo muy bien, estás consiguiendo que quiera hundirme en tí aún más fuerte, aún más dentro. ¿ Dime que quieres gata? ¡Dimelo!, ¿Tienes verguenza nena?, ahora no es momento de eso mi amor, puedo darte lo que me pidas. No soy un super hombre pero puedo hacer tus noches muy muy largas. Puedo mantener tu órgasmo el tiempo que yo quiera. ¿Quieres que juguemos a eso?.
Dejó de moverse dentro de ella, y paró las caricias de su clítoris.
_ No no, no me hagas ésto.
_ Dime lo que quieres, quiero oirlo de esa boca, dimelo igual que me dices te amo, pues es la misma que lo dice todo.
Volvió a moverse perezosamente dentro de ella, sin dejar de hacer círculos en el interior de su culo, y volvió a parar.
_ Puedo hacer ésto hasta que tus piernas aguanten, ¿quieres eso golfa?
_Edward me estás matando, sigue por favor, por favor, haz lo que quieras pero no pares, no pares nunca.
_ Nunca es mucho tiempo nena.
_ ¡Edward!
Lo chilló desde su alma, ya nada importaba, solo explotar en el climax que le estaba robando, al que le acercaba y le alejaba sin misericordia.
_ Es todo tuyo, pero tu eliges cuando lo quieres, ¿me entiendes?.
_ Ahora, ya, no puedo más, no puedo más.
Edward sonrió en su boca, su pequeña golfa, su zorra, su gata salvaje, su princesa, su nena, su mujer, lo quería todo.
Comenzó a empujar en su estrecho interior, limando las paredes de su coño sin piedad. Ninguno de los dos tenía tiempo más que para sentir llegar el final.
Fue Bella la que no pudo reternerlo, y estalló contrayendose sobre la polla de Edward que mantenía el momento atendiendo a todo su control.
Todo su cuerpo, desde sus pechos hasta los dedos de sus pies temblaron sin control alguno en una explosión perfecta. Haberlo retenido tanto tiempo no había hecho más que la espera se hubiera sumado al éxtasis. Soló cuando la vió encoger sus manos en puños contra la pared fue sacando el dedo de su precioso culo haciendo que el climax fuera aún más poderoso.
_ ¡Edward!
_ Si nena, si, si, si Arghhhh, arghhhh,
Volvió la cara para mirarlo, mientras luchaba por mantener su respiración constante,y lo vió con sus manos apoyadas sobre su nuca , arqueando su cuerpo, su figura inmóvil, su cara hacia el techo, los ojos cerrados, prieta su boca, nunca se cansaría de verlo así, jamás.
_ No te muevas princesa, no te muevas.
Bajó delicadamente su pierna de la bañera, y espero hasta que Bella soportó su peso en ellas, dandole tiempo a enderezarse, para abrazarla desde atrás. Enterró su cara en el cuello de Bella y pidió.
_ Nena besame, besame hasta que vuelva de donde me has llevado. Te quiero.
Y Bella besó su boca con todo el amor del mundo que tenía para darle. Nunca sería suficiente. Edward era todo su mundo, y se lo estaba haciendo grande, muy grande.
Fueron escasos momentos despues cuando Edward la volvió despacio para mirarla de frente. Su piel húmeda y su cuerpo caliente, abrazados ambos sin querer separarse, momentos únicos que hacían que la relación entre ambos fuese cada vez más estrecha.
_ Dime que no volverás a tener vergueza cuando te hago el amor, dime que no habrá palabras que no te atreves a pronunciar, dime que no habrá nada que no seas capaz de pedirme, estoy aquí para tí nena, solo para tí.
_ Lo haré Edward, te prometo que lo haré, poco a poco, dame tiempo.
_ Siempre princesa, tengo todo el tiempo del mundo para tí.
Salió de la bañera y la envolvió en una toalla, tomandola en brazos y apretandola contra sí.
_ ¿Te he hecho daño?, ¿Te duele algo? ¿Estás bien?.
_ Solo me duele no haber sido capaz antes de decirte lo que te amo, solo eso Edward, no haber sido valiente. Has hecho que borre mis miedos, que olvide esa parte de mi pasado que me hacia presa de la angustia, me lo has dicho con tus palabras, con tus gestos, con tu entrega, ¡perdoname!
Los hombres también lloran y Edward aguantó esas primeras pequeñas lágrimas de felicidad que inundan los ojos, esas que se vuelven sonrisas, esas que no escapan unas veces por pudor, otras por orgullo y otras por amor.
_ Bella ¿podrías tu perdoname a mí por no haber aparecido antes en tu vida?. No ¿verdad?. Este era el momento, el destino lo tenía así planeado, igual que el momento en que tu expresaras con palabras lo que sientes por mí, pero antes ya me lo habías dicho. Cada vez que decías -ahora y siempre- , cuando me dijiste que volabas conmigo, cuando te referiste a mis brazos como el lugar más hermoso donde querias estar, me lo dice tu cuerpo cuando te toco, tus ojos cuando me miran, me lo dice tu forma de olerme, de extrañarme. Nena eres mi mitad. Esas palabras solo se dicen en un momento para darle forma a un sentimiento, para reducirlo a cinco letras, el resto de las cosas que vivimos juntos son las que cuentan y te aseguro que vamos a vivir muchas.
Se abrazó a su cuello. Si enseñar a un alma a amar tenía escuela, Edward había ido a todas las clases, y si no era así Edward era amor, todo amor.
La deposito en el suelo delante de la cama y secó su cuerpo con la toalla, dejó caer la misma y apartó la colcha sin deshacer el corazón de pétalos de flores que había hecho Alice. Se tumbó a su lado, acunandola entre sus brazos de frente, tomó unos pequeños pétalos de flores y los dejó caer sobre su pecho, allí en medio de los cuales brillaba su estrella. Un pequeño gemido de emoción se formaba en el pecho de Bella, algún ángel le había enviado a Edward, y ella lo amaría más allá de lo humano. Cerrando los ojos pensó que podría haber sido su madre, si la estaba viendo ahora, seguro que el cielo estaba de fiesta.
...Edward miró el reloj, las tres de la mañana y su princesa seguía dormida entre sus brazos con tanta paz que su corazón se inflamaba solo con mirarla. Su piel suave, su carne caliente, su respiración equilibrada, su rostro delicado y femenino teñido de rosa, y su pelo entre sus manos. Bella le producía placer solo con mirarla, con sentirla cerca, con saber que era suya. Había conseguido con ella demasiadas cosas en muy poco tiempo, había experimentado sentimientos que jamás había imaginado. Tenía tantos deseos de compartir con ella sus sueños de futuro que le daba miedo pensar que ella lo rechazase, asustarla, no quería que se sintiera acorralada. Bella era su niña sinónimos, su solicitadora de tiempo, su pasión más profunda, la que hacía realidad cualquiera de sus fantasías. Pero como siempre, se dijo así mismo que quería más, lo quería todo. No quería vivir con Bella una aventura, quería que ocupara su lugar, el sitio que le correspondía como su mujer. Gritarle a todo el mundo que ella era la única, que la había encontrado y que era para siempre. Suspiró sobre su cabeza, intentando soltar el aire despacio para no despertarla, pero ella lo sintió.
_ ¿No duermes?.
_ Acabo de despertarme y estaba mirandote.
Bella se acurrucó aún más en sus brazos recostando la cabeza sobre su corazón para oir sus latidos.
_ A veces creo que se mueven al mismo ritmo, que laten haciendo el mismo compás.
_ No me extrañaría, tú eres la dueña de los dos.
Bella alzó su cara para mirar sus ojos en la oscuridad, daba igual que no hubiera suficiente luz, los ojos de Edward no guardaban secretos para ella, y se los encontró mirandola fijamente en un intercambio de palabras tácitas.
Sintió el cuerpo de Edward endurecerse y en su vientre el cálido apoyo de la bestia, no era posible que Edward la siguiera deseando.
_ ¿Tu no te cansas?.
_ De tí jamás. Puedo ser romántico si es lo que deseas, o salvaje si lo requieres, puedo emplear esas palabras que te vuelven loca y decirlas en tu boca o en tu oído, puedo ser quien te llama por teléfono porque te extraña cada segundo, o el que vela tu sueño, puedo ser el que espera, me gustaría pensar que soy el que sueñas, por el que vives, desearía llevarte a lugares hermosos, hacerte preciosos regalos, planear un futuro contigo y decirte cada noche que siempre, escuchame bien princesa, siempre será la primera vez.
Besó sus labios en un beso de reafirmación, como quien sella una promesa, como quien cuenta un secreto que desea se cumpla. Sus bocas, ya conocidas, buscaron los lugares de siempre, los que hacian que el ritmo de las caricias se volvieran excitantes, ese lugar donde Bella siempre acababa pidiendo más y más y donde Edward se lo daba todo.
La sujetó por las caderas sin dejar su boca hasta colocarla sobre él y abriéndo con sus rodillas las piernas de Bella la levantó escasos centímetros, la sostuvo unos segundos hablandole a su boca.
_ Dime princesa como lo deseas, dime si quieres que yo sea el salvaje o que sea deliciosamente lento, una tortura de placer infinito, lo que tu quieras, como tu quieras, cuando tu quieras.
Dirigió su polla hacia su centro, contoneando el cuerpo de Bella sobre la misma, haciendo que ella ardiera de los mismos deseos por él, notandola tan húmeda como siempre que la tocaba.
_ ¿Sabes lo que significa siempre nena?, Siempre es un si eterno y consentido por los dos. Has caído en mis redes como yo en las tuyas, y ninguno de los dos va a hacer nada por salir de ellas. Tu cuerpo me habla por tí, aunque no pronuncies ni una sola palabra, cuando te acaricio responde un si quiero, que me hace sentirme más hombre, siempre perfecta para mí. Me haces sentir como un animal en celo, buscando cualquier roce con tu cuerpo, olfateando tu aroma, degustando tu sabor, y no hay nada que pueda hacer contra todo eso.
Las palabras de Edward sonaban lentas, golosas por su aliento dulce rozando su boca, hubiera podido llegar a un climax solo con seguir escuchandolas, se volvía cada vez más adicta a sus palabras, seguidora de las mismas, fiel y leal a lo que significaban. Pero su cuerpo no era tan espiritual, su cuerpo no esperaba la orden de su corazón. Fue bajando muy despacio su cuerpo dejando que el miembro de Edward fuera enterrandose en su coño con una lentitud desgarradora.
_ Ahhh, ssi, ssi, Ahhhh
_ Eso es nena, despacio, ¿así es como quieres sentirla?, pues preparate cariño.
La sintió completamente sentada sobre él, balanceando su cuerpo hasta acoplarse a su placer, la vió elevar sus manos sobre su cabeza, y arquear su cintura mientras su cara se izaba hacia el techo con los ojos cerrados y los labios chupandose uno contra otro.
_ Eres una diosa y eres mía.
Bella fue recogiendo sus brazos hasta llevarlos sobre su torso, bajando su cuerpo y sus manos, arrastrandolos sobre el pecho de Edward moviendose sobre el como una ninfa. La suavidad de su cuerpo jugando a su favor, sus pezones duros rozando los de Edward, erizandole la piel.
_ No me gusta jugar si no tengo la oportunidad de tener las mismas probabilidades que mi adverdario, y ya he escuchado demasiadas palabras en tu boca, esa que yo también me comería siempre. Yo también puedo ser buena y mala, también me gusta dulce o salvaje y quizás hasta las dos cosas, puede que yo mañana no pueda mantenerme de pie, pero tu tampoco acabaras sin daños.
Mientras hablaba no dejaba de bajar y elevar su cuerpo con una lentitud asombrosa, haciendo que Edward temblara.
_Si es verdad que mi cuerpo responde al tuyo siempre, pero eres tú el que hace que me encienda, que no quiera ser solo una mujer sino mucho más, todo lo que me llamas y mucho más, puedo ser lo que me pidas.
Esas palabras no eran tiernas, eran palabras de una amante poseída por el placer que su cuerpo obtenía en sus movimientos.
Edward alargó su mano hasta su garganta echando su cara hacia atrás y vió unos ojos encendidos de lujuria, con un brillo sufiente para quemarse en ellos.
Su respiración se volvió tosca y un gruñido atrapado se escapó de su garganta.
_ Ahora no mandas tú Edward, ahora soy yo quien te posee, quien quiere darte, quien quiere que exijas y que implores.
Se incorporó sobre el cuerpo de Edward apoyando las palmas de sus manos entre su cabeza, su cabello colgando hacia un lado, acariciando su cuello y su pecho. Su boca muy cerca de los labios de Edward sin tocarlos, hablando detro de ella.
_ Tan solo soy una mujer enamorada que hará cualquier cosa por satisfacer a su hombre, una mujer dispuesta a luchar por mantener lo que es suyo, ¿me llamas gata Edward?, mi amor puedo ser mucho más que eso.
Sus movimientos se fueron turnando, ahora sus caderas se movían sobre él haciendo pequeños círculos, para acto seguido moverse hacia el cielo y el infierno, lento, deprisa, lento deprisa, mirando los cambios en el rostro de Edward que le indicaban el rastro de su excitación. Tardara lo que tardara lo llevaría hasta el límite de la locura y caería con él.
_ Lo que estás haciendo es muy peligroso princesa.
_ No estás hablando conmigo entonces Edward, porque no soy ninguna princesa.
Lo miró a los ojos estrechando los mismos, retandolo al juego, hablandole de sometimiento.
_ Ahrggg...Ahrgg... nena, nena no se cuanto tiempo podré aguantar ésto.
_ Todo el que yo quiera Edward, ¿no dices que puedes ser lo que yo quiera?, pues demuestramelo. Hay que tener cuidado con lo que se dice, con lo que se desea cielo, porque puede cumplirse. Ahora eres mio, y te quiero dócil para mí, quiero sentirte como me gusta, y cuando me gusta.
_ Nena no juegues conmigo, me estas matando.
_ Yo también se decirlo Edward ¿recuerdas?, tus palabras se vuelven contra tí, esto solo ha hecho empezar.
El ritmo de Bella iba aumentando al mismo tiempo que elevó su cuerpo dejando apoyadas firmemente sus rodillas sobre la cama. Comenzó a acariciarse sus pechos que votaban en un continuo vaivén, bajando su cabeza y su lengua para lamerlos. Su lengua rosa buscaba sus pezones al tiempo que sus ojos miraban a Edward.
_ Esto es lo que haces en mí, ¿te gusta Edward?, porque yo adoro lo que soy cuando estas dentro de mí, adoro lo que me exige mi cuerpo cuando tu polla dura se inflama por mí. ¿Quieres saber como me veo?, me veo hermosa, la mujer más hermosa del mundo.
_ Muñeca me estas consumiendo.
_ Y ¿duele morir Edward o es plancentero?, ¿Quieres que pare? , deseas que siga verdad amor, que siga, ¿como era la palabra? ah sí, ya recuerdo, jodidamente, eso es ¿quieres que sea ahora una jodida furcia para ti?.
Edward hizo un gesto para moverse, inmovilizarla y atraparla debajo de él.
_ Edward el juego no es asi, prometes cosas que después no puedes cumplir. Lo que yo quiera y ahora quiero que seas docil Edward, ahora quiero dominarte por entero. Eso es, relajate cielo, puede que yo no sea una experta pero me convertiré en eso para tí.
Comenzó una galopada desquiciada, buscando lo que había provocado entre ellos, oyendo sus gemidos interrumpidos por los gruñidos de Edward, se acabaron las palabras, tocaba llegar al cielo con el aire justo para respirar.
Edward se agarró a sus caderas ayudandola en ese camino que ambos tenían que recorren juntos y no hubo espera. Bella colocó sus manos sobre las de Edward en total rendición mientras que repetía una y otra vez
_ Te amo, te amo, te amo,
Mientras que su voz se apagaba y solo se oía su respiración, los gemidos de Edward se alzaban, y el chocar de sus caderas ponían un tono de música casi divina. No hubó más. Edward no tuvo fuerzas ni para bramar, silencio, un climax tan brutal que solo podía sentirlo en silencio. Inmovil durante unos segundos para atraer a Bella y dejarla caer sobre su cuerpo.
La voz cortada de Bella sonó débil y avergonzada
_ Edward perdoname, yo no quería hacerte sufrir.
La risa de Edward sonó en carcajadas por toda la habitación haciendala tambalearse sobre su cuerpo.
_ Jajajajaja...jajajajaja...jajajajaja. Nena tienes licencia para matarme cada vez que quieras.
Bella enterro su carita en en el cuello de Edward, ahora si que se sentía avergonzada. Edward llegó un poco más lejos jugando con ella, jugando a quitarle sus miedos, sus temores.
_ Un poco de ese pudor no hubiera venido nada mal hace unos segundos cuando eras una cualquiera desvergonzada haciendo padecer a un hombre entregado.
Lo dijo como pudo, sin dejar de reirse interiormente. Esperaba la respuesta, sabía que la habría, Bella no dejaría de decir la última palabra.
Acurrucada como estaba sobre su cuerpo y sin sacar la cabeza de su cuello, murmuró.
_ Ese hombre es un sinverguenza que no tiene palabra, y las promesas se cumplen. Lo pide todo, pues yo también se dar.
Edward fue a contestar y ella le tapó la boca.
_ Ahora toca dormir.
Y los dos comenzaron a reirse sin descanso, hasta que el agotamiento los envolvió en lo que restaba de noche.