Bueno Clarisse llegó tu turno, nos conocemos poco, apenas a través de los comentarios que me dejas en el chat de guerras, pero puedo asegurarte que son importantes para mí. Como siempre os digo, poco más que mis palabras puedo ofrecer y éstas, las de hoy, son para tí. Gracias por estar atenta siempre al siguiente.
…
Otros muchos asuntos estaban pendientes.
- Alice, necesito hablar contigo a solas.
- Suena demasiado serio Bella.
- Es solo que no quiero alterar a Edward sin motivo.
- ¿Estás hablando de un secreto?, amo los secretos, sobre todo entre mujeres, son divertidos y arriesgados.
- No es exactamente eso, pero si prefieres llamarlo así, dejémoslo estar.
- Te escucho atentamente.
- ¿Cómo es Dorothy?, ya se que es la hermana de Marlena, que desde siempre han estado juntas, qué hablar de ellas de alguna manera no tiene que ser sencillo para tí, pero necesito saber.
- Bella me gustaría poder darte un informe detallado y si fuera Marlena podría, pero Dorothy es … no se ni como decirlo, podría definirla como Suiza, neutral, alguien que jamás se ha hecho destacar por nada. Cuando ha sido invitada a casa apenas si hemos escuchado su voz. Mantiene una concentración exhaustiva permanentemente, como si quisiera aislarse del resto. No creo que sea mala persona, pero es difícil llegar a ella y por otra parte no deja de ser una Brenan, no sé qué pensar.
- Bien quiero contarte lo que hace unas horas ha pasado. Se ha dirigido a Edward y a mí alertándonos de las intenciones de su hermana, expresamente pidiéndole a Edward que me proteja.
- No sé que decirte, pero si se ha arriesgado a hacerlo en una fiesta donde se incluía la presencia de su familia, deberías tenerlo en cuenta.
- No solo ha sido ella, James también ha tenido palabras con Edward, casi exigiéndole la oportunidad de hablar y aclarar algunos actos.
- Bella, yo he tenido un encuentro con Esme y te aseguro que no creí que fuese capaz de decirle las cosas que le he dicho y mucho menos sentirme bien por ello. Pienso que si ellos nos están advirtiendo, sería mejor que les prestáramos atención, no perderíamos nada con ello y seguro que tendríamos ventaja, podríamos adelantarnos a cualquiera de sus movimientos.
- Precisamente eso es lo que pienso y por eso necesito ayuda. Ni que decir tiene que Edward terminará hablado con James, no sé en qué términos pero lo hará, pero quizá tú y yo podríamos hacerlo con Dorothy.
- Ésto me está gustando, lo haremos a mi manera.
- ¿Y cual sería Alice?. Si es cierto lo que pretende, no quisiera exponerla ante los ojos de su hermana.
- No lo he hecho nunca, pero puedo convencerla para que nos veamos. Tengo la excusa perfecta, quizá ella no sepa aún que somos hermanas, y si lo sabe, puedo insistir en qué es importante para mí ya que lo he descubierto hace poco. No le diré nada, pero tú estarás presente cuando nos encontremos. Hablaremos con ella y veremos sus intenciones. Si son claras Bella, si está de nuestra parte se lo contaremos después a Edward, y es seguro que le ofrecerá también protección, no creo que Marlena se muestre indiferente ante su postura.
- Es exactamente lo que estaba pensando, nadie se arriesga de esa manera si no es extremadamente importante lo que tiene que decir, pero sobre todo mi corazón me dice, que está sufriendo por ello. Alice Dorothy necesita ayuda y la está pidiendo a gritos.
- Lo que no me cuadra es lo de James.
- El la besó delante nuestra y te aseguro que ese beso era real y sentido, de una pasión infinita y una ternera que no me ha dejado impasible.
- Quien lo diría, siempre pensé que James tenía su interés centrado en Marlena.
- El amor es imprevisible Alice.
- No tienes que decírmelo, mira donde estamos.
Las dos sonrieron. A muy poca distancia Emmet, Charli y Edward mantenían una conversación relajada aunque Alice observó que no dejaba de observar a Bella.
- Edward no te pierde de vista. No dudes que te preguntará lo que hemos estado hablando.
- No me gustaría mentirle.
- No tienes por qué hacerlo, solo tienes que decir “cosas de mujeres”, ¿no es eso acaso lo que hemos estado haciendo?. Hemos hablado de cosas de mujeres valientes, mujeres que saben trabajar a la par que sus hombre.
- Jajajajaja. Alice no se que haría sin tí.
- Tú me diste la fuerza necesaria una noche Bella y tu apoyo incondicional. Hacemos un buen equipo. Tú eres la inteligencia, yo la imaginación.
-Esa es una de las mejores estrategias en casi todos los juegos, piensa e inventa una respuesta que tu enemigo no conozca y conseguirás siempre sorprenderlo.
- Y si además le añadimos algo de misterio, aún mejor.
- Está bien, misterio, como quieras llamarlo, pero no quiero que olvides que una vez que sepamos qué sentimientos mueven a Dorothy, Edward debe conocerlos, no quiero ocultar nada.
- Estás hablando de ¿pactos?, ¿castigos si no lo haces?
Al pronunciar la palabra castigos, ambos se miraron. Una sonrisa se dibujó en el rostro de ambas y Alice enrojeció ligeramente su rostro.
- No hagas ni una sola pregunta.
- No pensaba hacerlo, aunque tu color en la cara dice muchas cosas.
- Jamás pensé que fuera adicta a ellos.
- Bienvenida al club.
Ambas rieron intentado no llamar demasiado la atención. No hablarían de su intimidad, de esos momentos que las unían a sus hombres siendo únicas, pero sí eran cómplices sin palabras de los gestos que marcaban la diferencia al ser mujeres especiales para ellos.
…
Había tardado en llegar, no conocía bien el lugar y las instrucciones de James junto con la entrega de aquellas llaves, había sido suficiente para anticipar su necesidad de estar a solas con él. No dejaba de sonreír, se sentía temerosa y feliz, como alguien portando un hermoso tesoro que compartir a escondidas. Los encuentros con James cada día eran más intensos, la hacían sentirse una mujer completa y eso era precisamente lo que ella pretendía, sentirse la única mujer para él.
Su forma de tratarla le hacía ver que era importante de verdad, que tenía en cuenta todos y cada uno de sus pensamientos, de sus sentimientos. Se sentía guapa junto a él, deseada. Recordar la excitación de James ante sus besos, era mucho más de lo que siempre había imaginado. Estar junto a él era ser grande, y ella siempre se había sentido demasiado insignificante.
Tomó las llaves casi temblando abrió la puerta de aquel apartamento que desconocía por completo, pero que a partir de ese instante, formaría parte de muchos momentos que guardaría como un tesoro. Encendió la luz y cerró la puerta tras de sí.
Un vestíbulo se abría paso delante de sus ojos curiosos. Permanecía inmóvil, no quería reconocer aquel lugar sin la compañía de James. Lo harían juntos. Miró su reloj. No debería faltar demasiado para encontrarse, James le había indicado que saldrían tan solo unos minutos después. La imágen de Marlena ofreciéndose más que insinuante había sido más que suficiente para que abandonara la fiesta. Pensó en el refrán... “ojos que no ven, corazón que no siente”... Pero no era suficiente, su seguridad no dependía de James, ella empezaba a confiar en él, era en Marlena, en su persistencia por la que apostaba a ganador. No dejaría de intentar una y otra vez llevarlo de vuelta a su lado.
Oyó pequeños sonidos junto a la puerta de acceso y su corazón se aceleró como el de una colegiala. La puerta se abrió y sus ojos al mismo tiempo se prendieron como luces en la noche. Su hora, su gran hora había llegado, no más esperas, no más desconfianzas, no más temor a perder nuevamente. James estaba allí, con ella, había acudido por ella y su sonrisa se amplió al mismo tiempo que su cuerpo temblaba por una emoción nacida desde su alma. La respuesta la más hermosa que podía imaginar.
- Ven aquí, no quiero esperar ni un segundo más.
En cuanto la tuvo a su alcance la tomó entre sus brazos. Otro olor, otro tacto, otros ojos a los que mirar y poder verse en ellos. Una necesidad creciendo cada día y alzándose como hacen las espigas buscando el sol y dejando mecerse por el viento, un nuevo horizonte abriéndose para ambos, una luz que comenzaba a iluminarlo todo a su paso.
- He abandonado la fiesta en cuanto me ha sido posible. Deseaba abrazarte como un loco, no aguantaba más, pero Marle...
- Shhhhhh, no digas nada más, ya estás aquí.
Su boca bebió sus palabras sediento de sentir su sabor. No había nada como sentirse dueño de ella. Cada día podía percibir los cambios que su pequeña experimentaba, la confianza que le permitía entregarse lentamente, su deseo que se mezclaba con el suyo produciéndole una pasión en la que le gustaba perderse, y luego el control, la necesidad de esperar a que ella estuviera preparada para dar el paso de pertenecerse por completo. Nunca pensó que el amor fuera tan hermoso, algo que pudiera compartirse sin exigencias, que el deseo fuese capaz de de darle espacio a la paciencia, al momento de esperar a que llegara de forma natural.
Sus labios eran dulces y tiernos, como siempre entregados y deseosos, y esa noche cálidos, tan calientes que lo incitaban a pedir más.
Sus manos fueron directamente sobre su cabeza, acariciando su pelo mientras la besaba. Pequeños mordiscos sobre sus labios para luego invadir su boca con su lengua y repetir ahora lamiéndolos muy lentamente.
Los pequeños gemidos lo confundían de tal manera que su aliento contenido callaba para escucharlos. Una locura. Ahora sus manos bajaron por su espalda apoyándose en sus caderas y presionando su cuerpo contra ella. Frotó su cuerpo suavemente dejándole ver el estado de su descontrol y la sintió reir en su boca ligeramente.
- ¿Te ríes porque me haces perder el control?.
- No, lo hago porque me siento mujer a tu lado, una mujer bonita.
- Lo eres preciosa, lo eres, una mujer bonita que es capaz de hacer que me olvide del resto del mundo, y que con la que si no tengo cuidado, me hará olvidar que no debo pedir más de lo que quiera darme.
Lo miró a los ojos con una mirada tan dulce que pudo desarmarlo sin palabras. Su cara se inclinó hacia un lado para apoyarse en el hueco de su cuello y susurrar sobre él muy bajito, con pudor de escucharse a sí misma.
- No pienso pronunciar ninguna palabra que te induzca a pensar que es suficiente.
Lo había dicho, no supo cómo pero lo había dicho. Su rostro se ocultó aún más en el cuello de James, como buscando un refugio donde ocultarse. No tenía ni idea si quería conocer alguna respuesta de James, era demasiado para ella pensar, que con otras palabras le había concecido licencia para llegar hasta el final, para entregarse y ser suya. Había dado el paso y algo en su interior se encendió indicándole que era el momento de saltar, de correr, de lanzar la primera señal. Siempre había sido una cobarde y junto a James había encontrado otra forma de vivir.
Sin dar tiempo a que su cabeza la traicionara, de que aquel valor nacido del deseo la abandora, retiró su carita despacio y lo miró a los ojos. Los de James fijos en ella, oscuros y profundos, sus labios hambrientos y húmedos ardiendo por más besos. Se quitó su vestido, sus manos a la espalda bajando su cremallera y solo el sonido de la tela bajando por sus caderas y rozando sus piernas. Ni un solo parpadeo, ni un gesto de alarma o temor. Acercó sus manos para comenzar a desnudarlo, acariciando su torso sobre su camisa e introduciendo sus manos para quitar su chaqueta. Movimientos lentos, intensos, cargados de un anhelo que le pedía una prisa no conocida. Pero pudo controlarlo, pudo disfrutar de cada gesto de James viendo dibujar en su rostro una sonrisa a la vez que sus ojos se encendían dando luz a los dos.
Despacio desprendió la chaqueta por sus hombros hasta dejarla caer y acarició sus brazos fuertes hasta llegar a sus manos, tomándolas y besándolas en un intento de poder expresar lo que significaban sus caricias.
- Si sigues tocandome de esta forma las cosas no serán como deben ser.
Lo miró con interrogación. Dorothy no entendía que tuvieran que ser de una forma especial. Y James entendió a la perfección sus preguntas silenciosas. La calidez que sentía al entenderla, al leer en sus dudas, en sus pensamientos iba llenando poco a poco su corazón de esa ternura que quería entregarle por completo.
- Cielo, esta es nuestra primera vez juntos. Me has dado una licencia que pienso disfrutar por completo, mucho más lentamente de lo que haya hecho jamás. Quiero que te sientas libre, que solo hagas lo que sientas, pero eres demasiado peligrosa. Lo que tú consideras una falta de experiencia, un conflicto o una asignatura pendiente, a mí me está matando, me estás llevando a un punto al que no había llegado antes.
Dorothy bajo sus ojos y soltó las manos de James en señal incondicional de rendición. Le estaba pidiendo ser él el que tomara la iniciativa y era mucho más de lo que ella podía esperar. Su ignorancia lo estaba llevando a la locura. Su corazón saltaba victorioso por una vez en su vida y lo dejaría disfrutar todo el tiempo que fuera necesario.
Tomó su cara entre sus manos y la beso tan suave que fue más que un beso una caricia. Se acercó a ella pero sin rozarla y detenidamente fue desnudandose sin dejar de mirar ese cuerpo precioso que aquella noche haría suyo.
Pudo comprobar como con cada una de sus miradas bajando sultilmente por su figura, conseguían hacerla temblar y al llegar a sus muslos el movimiento de sus piernas acercandose una a la otra, protegiéndose de su inspección, lo hizo aligerar sus manos para terminar de quitarse el resto de la ropa. Apelar a su control iba siendo cada segundo una tarea más complicada, su cuerpo comenzaba a dar demasiadas señales de alerta y su concentración por repetirse una y otra vez … despacio, despacio,... pareciera que hubieran cambiado el mensaje para decir... deprisa, deprisa...
Se agachó para bajar completmente sus pantalones y sus boxer. Desnudo en aquella posición se acercó hasta su entrepierna y depositó un delicado beso sobre sus braguitas, aspirando su olor. Por respuesta su cuerpo tembló. Su lengua dibujó un sendero de saliva desde su pequeño triángulo hasta su garganta, para besar su boca con desesperación.
- No pares de acariciarme, tus manos son aceite en mi piel.
- No pensaba hacerlo cielo.
- Yo no se que sería de mí, si tú, si tú no sientes lo mismo que yo estoy sientiendo.
- No pienses, solo siente, sienteme.
Unas manos erráticas que consiguen clamar y sofocar un cuerpo, equilibrar y descontrolar, airear y quemar. Razones suficientes, instintos los necesarios para que dos cuerpos se entreguen a los sentidos olvidando una inseguridad para ambos revestida de pudor, que se va alejando con cada caricia.
- No tienes ni idea de lo que me haces sentir.
Toda su respuesta un gemido sordo y ahogado, estrangulado en sus labios mordidos. James acarició sus muslos, sintiendo como su piel suave se erizaba a su contacto, sus manos eran recibidas como agua en una esponja que absorvían cada gota impregnándose de su esencia.
Muy delicadamente como quien por primera vez toma un objeto valioso entre sus manos, abrió sus muslos para sentir su calor. Ardiente, esperando como un fruto que desea madurar. La humedad empapando sus manos y sus dedos haciéndose un camino lento hasta llegar al centro de su placer.
- Cariño, ¿todo ésto es por mí?
- Nadie me había hecho sentir jamás así.
- Y no habrá nadie que pueda hacerlo excepto yo, repítelo solo yo.
Sus caricias la turbaban hasta casi el infinito... ¡ cuánto tiempo deseando sentirse completa!
Volvió a repetirlo.
- Dímelo cielo, dime que solo serás mía.
Y sus dedos se deslizaron completos buscando su entrada, quemándose mientras buscaban con total destreza, cabida dentro de su coño.
Una pequeña descarga de placer al sentirse invadida, la hizo apretarse más aún a él, morder su oreja y decirle a su oído con una frase rotunda.
- Nunca, nadie más que tú.
Los dedos de James habían perdido el control al igual que su mente, que se debatían en una guerra de necesidades.Su mano izquierda abierta sobre sus nalgas apretando su cuerpo contra el suyo y rozando con su poya su vientre, haciéndola notar su urgencia. La pierna de Dorothy acariciando la de James, tomó decisión propia para subir desde sus talones hasta su cadera rozando por completo su cuerpo.
- Rodéame con ella muñeca, abraza mi cuerpo con tu pierna, no te separes de mí, sigue sintiéndome. Tu cuerpo me dice lo que necesitas y yo muero por dártelo. Pero quiero oír como me lo pides. Dame eso preciosa, pídemelo.
- James, quiero más, necesito más.
- Eso es, ahora todo lo que quieras, todo lo que soy capaz de amarte.
Sacó sus dedos despacio de su coño y los llevó a su boca sin dejar de mirarla, y su sabor quedaría marcado para siempre. Era un veneno eléctrico y delicioso que llenaba cada espacio de su boca intentando memorizar, retener, para reconocer.
La tomó en brazos sintiendo pequeños besos de sus labios sobre su cuello, y sus dedos frágiles y delicados acariciando su nuca. La palma de su mano pequeña y perfecta tomando contacto con el bello de su torso, proporcionándole un cosquilleo sentido desde su pecho hasta su vientre.
Y la habitación a la que llegaron, envueltos en el hechizo de juegos tiernos, formó parte de ellos, ofreciendo la intimidad de la oscuridad y el silencio.
La dejó suavemente sobre la cama sin dar tiempo a más caricias. Un beso fue el único testigo de la penetración dulce, lenta y gradual hasta un perfecto acoplamiento. Su polla no invadió ni tampoco necesitó permiso, sus piernas se abrieron provocando aún más placer a James. Ella lo daba todo, todo lo que sabía, todo lo que conocía, sin medir nada, y el tomaría hasta su aliento.
Como un tren que se balancea en la vías, que sin prisa aumenta quedamente su velocidad, que recorre la distancia para llegar al destino convenido, sus cuerpos emprendieron un camino como el inicio de dos almas que también se buscaban con anhelo. Demasiado tiempo esperándose y mucho más aún si tenían en cuenta el haber estado cerca y no haberse percibido. Todo quedaba establecido sin palabras, sus caricias, sus besos, los gemidos de ella y la respiración convulsiva y poderosa de James, eran más que suficientes para saber que esperaban ambos. Y una sola frase en el aire... nunca nadie más que tú...
…
La advertencia de una llamada, había impedido que se acercara a su mujer para tomarla en sus brazos y bailar con ella. La había estado observando hablar con Alice sin poder evitar el desearla cada segundo. Aquella bruja sonreía de una forma tan deliciosa que cada risa quedaba gravada en su piel. Verla feliz era todo lo que él deseaba y esa noche, en la intimidad se encargaría de entregarsela por entera. Sonrió con ese pensamiento mientras se dirigía al despacho para atender esa llamada tan inoportuna. Indicó con un gesto al miembro de seguridad que le seguía, que le dejara a solas para atender la misma y tomó el auricular. La única voz que hubiera deseado no escuchar fue el eco que escuchó al otro lado.
- Es demasiado fácil separarte de tu amada querido.
Atento, con todos sus sentidos en alerta marcó a la vez que escuchaba las teclas de su móvil para mandar un mensaje a Lara de precaución. Si aquella mujer pensaba que su falta de presencia junto a Bella sería suficiente para poder intimidarla, no conseguiría sus fines.
- ¿Eso crees?, esta vez te equivocas, no podrás acercarte a ella jamás.
- Quizá no sea ella quien me interesa, no subestimes mi capacidad, no soy Marlena, ni me mueven sus motivos.
- ¿Aliadas?
- No me mezclaría con la chusma jamás, demasiado vulnerable. Soy tu madre Edward, no pretendo causar lesiones que sean catastróficas.
- Tengo una idea entonces de lo que pretendes, ¿hablamos de dinero?, porque eso reduciría mucho nuestro tiempo de charla. Dime una cantidad.
- Esta vez hijo no es tan sencillo.
- ¿Alguna propiedad en concreto?, estoy seguro que sabrás ponerle precio.
- Digamos que hablamos de poder esta vez Edward. Quiero la totalidad de las acciones de tu padre.
Un rotundo silencio acompañó la otra parte de la línea telefónica. La empresa, todo el esfuerzo de una vida, la de su padre, de su continuidad, su trabajo, de su futuro y el de sus mujeres en manos de Esme, sería como dejar que el mundo estuviera poseído por la peor de las pestes. Y su mente fue rápida y veloz, y una sola palabra se escribía en su interior...”jamás”...
- Demasiado silencio Edward, eres igual que tu padre. ¿No encuentras la respuesta?, es fácil, solo tienes que decidir entre tu felicidad y el poder. Petter siempre fue tan honesto que no tuvo problema en sacrificar su vida aburrida y agonizante por su trabajo y por lo que veo tú harás lo mismo.
- No te confundas, no adelantes acontecimientos. Es probable que no tenga que exponer ninguna de las dos.
- Demasiados frentes Edward, no pido tanto después de años de ausencia. Tu valiosa carrera te abriría camino de nuevo en cualquier parte, en definitiva tu preciosa mujercita no viene precisamente de una familia rica.
Que equivocada estaba, si ella supiera que Bella poseía un patrimonio igual al suyo, probablemente su odio sería aún mayor. Tenía ventaja y la aprovecharía. No le daría al enemigo ni pequeñas migajas para establecer sus reglas de juego.
- Por lo que veo no tienes nada más que decir.
- No se me ocurre nada importante, es más empiezo a aburrirme. Hacer las conversaciones interesantes nunca fue tu fuerte, eras más experta en calentar las camas de otros que no eran Petter.
- ¿Crees que con eso me ofendes?, ¿qué podría herirme que mi propio hijo me dijera esas palabras?.
- Eso sería imposible, no tienes corazón. No perdería mi tiempo en intentarlo.
- Veo que eres más astuto que tu padre, pero eso no te hace más hombre. Se que nada que venga de mí puede significar algo que merezca la pena para tí, pero voy a decirte algo que quizá te haga pensar y ser para tu preciosa mariposa lo que debes ser, a fin de cuentas soy una mujer.
- No me imagino nada que viniendo de tí pueda tener en cuenta. Bella es todo lo que tú no llegarás a ser nunca.
- Despacio querido, despacio. Todas las mujeres sentimos como tales y no nos conformamos con tener al lado a un hombre joven, guapo y rico, todo eso se puede perder. Necesitamos ser siempre lo primero, lo más importante, me atrevería a decir que incluso lo único, pero sin dejar de sentirnos discretamente dominadas. Nuestra mente es privilegiada al igual que nuestro corazón y es por ese motivo que permaneceis permanentemente a prueba, un solo movimiento en falso y dejais de ser los protagonistas, pasais a un segundo lugar y luego a un tercero y así sucesivamente, hasta llegar a ser quien paga las facturas.
-Por lo que puedo oír, una clase práctica de lo que fue para tí la relación con mi padre. No solo le heriste en el pasado, sino que sigues disfrutando haciendolo en el presente. Ten cuidado, no es quien era.
-Procura no dejarte vencer y ser lo suficientemente hombre para tu hermosa mariposa, sus alas pueden ser muy extensas. Estás tan pendiente de ella que te olvidas del resto de los hombres que se la comen con los ojos. Un despiste y otro ocupará tu lugar.
No podía creer lo que estaba oyendo. Su propia madre intentaba hacerlo partícipe de sus juegos utilizando el más viejo de todos ellos, los celos, esos de los que sin duda ella era una experta maestra. Pero ¿sería verdad?. Durante toda la noche había estado demasiado ocupado mirando los movimientos de su esposa, le había preocupado en exceso que Marlena, James o su madres se hubieran acercado a ella, no había tenido ojos para nada más. Bella era preciosa, una mujer ante la que ningún hombre permanecería indiferente. ¿Qué estaba haciendo?, ¿caer en la trampa?.
-Piénsalo, se que lo estás haciendo, es tan sencillo como no prestar atención en el momento oportuno Edward y otro, otro estará donde tú quisieras estar.
No quiso escuchar más palabras llenas de intenciones ofensivas e indignas sobre su esposa, su relación y el amor que los unía. Colgó el teléfono dispuesto a dirigirse a su encuentro y estar junto a ella.
Al entrar en el salón pudo verla en los brazos de su padre, bailando feliz y relajada sin dejar de reír. Estaba seguro de que Charli no dejaría pasar ninguna ocasión para recordarle momento que ella aún no llegaba a almacenar en su nueva memoria.
Sin poder evitarlo hizo un recorrido visual y lo que vio le fue familiar. Ningún hombre de la sala permanecía impasible ante las risas de Bella, pareciera que las feromonas estuvieran repartidas en diversos grupos, donde los machos alfa, estaban pendientes para ser el siguiente el la lista de baile de su mujer.
No se sintió nada feliz con ello. Se acercó a ella con pasos decididos y llevó a un extremado control ese demonio que en esos momentos rugían dentro de él, hasta exigir con una mirada a Charli, que se retirara para estar junto a ella.
La forma de tomarla entre sus brazos fue brusca y posesiva, sin embargo ningún gesto en Bella lo hizo presagiar ningún reproche. La estrechó aún más fuerte y la besó en la boca intentando mostrar a todos que aquella preciosa mujer era suya, solo suya.
La respuesta no tardó.
- ¿Qué ocurre cariño?.
No hubo palabras. La miró a los ojos, agarró su mano y la condujo junto a él hasta llevarla al despacho que antes había ocupado. Cerró con llave y de un movimiento brusco la apoyó contra la puerta. Besó su boca con rabia, con ira explosiva, sin saber por qué, sin ningún motivo real que lo condujera a transformar sus caricias en violentas, excepto las palabras de aquella mujer que habían vuelto del revés su felicidad convirtiéndola en un mar de dudas, de sueños rotos.
Bella no se mostraba reacia, si algo conocía a Edward, sabía que habría motivos suficientes para actuar de aquella forma. Ahora se asomaba el ogro que podía llegar a ser. No tardaría en darse cuenta que ella estaba allí , para todo, siempre.
Los roces no eran de un hombre amante, sino de un loco embriagado borracho de necesidad, de colmar más que un deseo, una desesperación. Y entonces tuvo la respuesta en sus manos. Como un fogonazo de luz se encendió dentro de su mente la chispa qu sin duda haría alejar la tormenta.
...Contra el fuego, el agua... contra la tempestad, la calma... contra el hielo, el calor del alma... contra la impaciencia, la espera... y más aún, contra la desesperación la ternura.
Sintió las manos de Edward rudas fuertes subir su vestido y meter sus dedos a través de sus bragas, tirar y hacerlas girones para sin dar tiempo a pensar abrir su cremallera y hundirse en ella de una embestida demoniaca que la hizo golpearse contra la puerta.
La quería suya y que no mediara ningún otro pensamiento sobre su cabeza, solo sentirse dentro de ella, el único con derecho a desarmarla con su placer.
Aquella palabras que Edward pronunciaba siendo su amante completo, no tenían cabida, solo su respiración alterada y sus gemidos convertidos ahora en gruñidos eran el sonido que sin dejar de ser música la envolvían.
Cerró los ojos y quiso imaginar el refugio, las noches pasadas de amor y reconocer en aquel momento al mismo hombre. Y lo supo entonces. Edward sentía odio y miedo por algo. Una inseguridad tan gigante solo era cubierta camuflada con una violencia aterradora que le hacía olvidad por completo el amo, para ser sustituido por una desenfrenada pasión agresiva. Pudo sentir a través de sus movimientos cada vez más fuertes su autocontrol. No sabía como podía estar librando aquella batalla en soledad.
Sus manos que hasta entonces habían permanecido estáticas contra la puerta, iniciaron un movimiento lento de caricias sobre su nuca y su pelo, su cuello, su cara, suaves como la seda, arrastradas por el deseo de ser un bálsamo para el dolor que sabía estaba sintiendo en esos momentos. Entregada sin medida colgó una de sus piernas sobre la cadera de Edward y pronunció unas palabras lentas sobre su oído.
- Toma todo lo que necesites amor. Te amo, ahora y siempre, todo en cualquier parte.
Dos lágrimas cayeron por sus mejillas, inequívocamente pareciera que sentía dolor físico, pero no era así. Su dolor estaba en el alma por no llegar a tiempo, por no poder estar junto al dolor de su hombre.
Pero ella era fuerte, un halcón. Edward se lo había repetido una y otra vez en el refugio, ella podía volar muy alto, tanto que nadie podría jamás alcanzar su vuelo.
Y volvió a ser ella esta vez la que hablara, ahora sin dar tregua a las palabras, sin dejar espacio al silencio.
- No te guardes nada cariño, es mío también, tu dolor, tu necesidad, tu miedo. No importa lo que quieras darme si esto es lo que necesitas. Damelo amor mío, no dejes que se pudra dentro de tí.
Y ahora sí, la reacción llegó sin hacerse esperar, lenta, pausada, al igual que sus movimientos, con excusas,miles de ellas reflejadas en su rostro lleno de amargura.
- Dios, ¿qué estoy haciendo?, perdoname, perdoname.
- Shhhhhhh
Sus brazos aflojaron su amarre y sus manos volvieron a ser alas sobre sus caderas. Pero Bella no se distanció ni un milímetro. Pegada a su boca a los labios de Edward continuó hablando en un murmullo similar al de un ángel cuando en sueños quiere hacer feliz.
- Has empezado algo tú solo y ahora quiero que sigamos los dos vida mía. Estoy aquí, y soy tuya siempre. Estas lágrimas que ves no son de miedo, no me has causado dolor, sigue dentro de mí. En su sabor no hay tristeza cariño, solo orgullo por ser tu mujer, la única, mirame.
Y levantó sus ojos con una mirada que Bella supo entender solo con mirarse en ellos. Temor, decepción a sí mismo, impotencia por dejar que otros pudieran alterar su mundo, y rabia mucha rabia.
- Nena lo siento, te amo, no quiero pensar lo que he podido hacer, como hubiera podido acabar todo ésto.
- Aún no ha acabado.
Movió sus caderas suavemente buscando su placer y el de Edward, pidiendole que terminara lo que habían comenzado sin dejar de verse en sus ojos.
- Estoy esperando Edward, cariño no podría sin tí. No hay nada que pueda sin tí.
Un beso tierno marcó el final de ese encuentro violento para comenzar con el amor que Bella le ofrecía, pero hubo más en las palabras que siguieron.
- Solos tú y yo decidimos como amor.
- Nena te amo, soy un estúpido que ha perdido la cabeza, que se ha dejado llevar por unas palabras llenas de veneno.
- Ha sido ella ¿verdad?
- Yo solo quiero ser todo para tí, no quiero ser sustituido por nadie.
Lo miró con dulzura.
- Edward, sin tí no hay nada. Eres toda mi vida.
Sus besos dulces y suaves, húmedos y pacientes fueron bañando su frente, sus ojos, sus mejillas, su barbilla y sus labios, tan delicadamente como alas de mariposa, tan lentos que consiguieron aplacar completamente su desconsuelo.
Los movimientos bruscos se convirtieron en caricias exquisitas que si colmaban el ansia de ambos, la necesidad y el deseo.
Olvido es una palabra que solo es cierta cuando deja de existir, cuando uno no recuerda que olvidó.
Su hombre la amaba más que a nada y hasta la nada no existiría sin él.
- Una vez te dije que no quería héroes, solo a tí como hombre Edward, tal y como eres, con todo que hay en tí. Soy tuya, eres mío y eso nadie podrá cambiarlo nunca.
Volvió a besarlo esta vez con algo más de urgencia y Edward que la conocía a la perfección, entendió su boca. Su preciosa esposa, esa mujer capaz de anclar los cimientos de su mundo y de arrancar los del resto, una vez más se ofrecía solo a sus caricias, a sus palabras, con tal entrega, que arrollaba cualquier cosa a su paso.
La sintió estrecharse y apretar sus dientes, dibujando al mismo tiempo una sensual sonrisa en sus labios, clavar sus dedos en sus homboros buscando un apoyo que sabía necesitaría en segundos.
La estrechó ahora sí, fuerte en sus brazos, que tomaron la forma de sus curvas para mecerla cálidamente antes de emprender ese viaje que Bella estaba por iniciar.
Y fueron sus palabras, las de Bella una vez más, las que consiguieron que lo que empezó como un arranque incontrolable, como un acto de rebelión, se tradujera en un acto de amor sin medida. Ella le pedía, ella...siempre ella...
- Ven conmigo amor, no te sueltes, te necesito siempre conmigo.
No hubo otro pensamiento, ni otra necesidad, ni ninguna excusa inventada o no, capaz de no llevarlo junto a ella. Se hundió en ella y quieto, inmóvil, vació todo lo que tenía en su interior solo para ella. La notó temblar de una forma grandiosa, fuerte y valiente, gloriosa. No se cansaría jamás de ver a su mujer ir y volver de aquel lugar reservado para ambos.
Fue incluso mejor poder ver sus ojos cuando Bella los abrió para mostrarselos en todo su esplendor. Una sola palabra escrita en ellos “triunfo”. Bella ganaría cualquier guerra y él estaría en todas ellas siempre a su lado...
Besó su rostro y unas pequeñas gotas de sudor que se habían instalado bajo unas sensibles ojeras. Bella sonrío al contacto de sus labios, Edward no sabía mentir con sus gestos, ni ocultarle nada. Ahora estaba preocupado por lo que había sucedido hacia escasos minutos, y si ella no estaba equivocada, su nobleza le llevaría a pensar en ello hasta límites insospechables, a culparse una y otra vez por no haber sido capaz de controlar su ira. Pero ella no lo consentiría, no dejaría que el enemigo avanzara en su terreno y menos en su marido.
Cerró sus ojos para poder disfrutar del roce de sus besos, esos que ella había definido con tantos colores, que había ido almacenado como tesoros, los que hablaban de los sentimientos del alma, los que llenaban sus días y más aún sus noches, esos que eran capaces de hablar sin palabras. Este que estaba recibiendo era un beso de silencio, y por muy curioso que pudiera parecerle, ese beso era transparente, color lágrima, color agua, color luz. Y la estaba llenando de reflejos, de sal, de vida, enseñandole cualquier camino que otros quisieran ocultar. Su vida la harían ellos y estaba preparada para presentar la más grande de las guerras por defender lo que les pertenecía. No estaban solos, y algo mucho más grande, de un alcance infinito, crecía dentro de ella para hacerla aún mucho más poderosa.
Sabía que aquella noche sería una guerrillera absoluta. No habría piedad para el enemigo.
Tomó entre sus manos el rostro de Edward y lo besó lentamente en los labios, para de forma cariñosa saborear con su lengua la comisura de los mismos. Sus palabras fueron haciendo eco sobre la boca de Edward.
- Edward, necesito tu permiso. No dejaré que nadie te venza jamás.
-Lo tienes princesa.
Se deshizo tiernamente de su abrazo y arregló su vestido. Pasó sus suaves manos por el cabello de Edward y le guiñó un ojo.
- Sigueme cariño, no quiero que te pierdas lo mejor de la noche.
En respuesta, sus pasos detrás de ella muy cerca, sin perder detalle de cada uno de sus movimientos.
Pudo comprobar las instruccciones que daba a un miembro de seguridad con calma, sin alterarse un àpice y dirigirse hacia la terraza.
Allí envuelta en aquel traje rojo, sobre sus tacones, con más altura con la que jamás la había visto, serena, con una belleza exquisita y manteniendo la vista al frente, esperando que llegara su momento.
Y llegó, con piel de cordero, enfudada en finas sedas, con un movimiento de caderas sensual y provocativo intentando acaparar la atención de todo el que la mirase. Por mucho que quisiera, aquella mujer no brillaba, no lo suficiente para que Bella pudiera deslumbrarse.
Dos miembros del personal la escoltaban siguiendo órdenes sin llamar excesivamente la atención.
Edward observaba en silencio la escena, sabía que Bella estaba por otorgar un golpe de gracia a su madre, y no sería él quien lo impidiera.
- Querida, pareces cansada.
- Sí suele ocurrirme muy amenudo, cada vez que mi esposo me hace el amor intensamente Esme, aunque tú no debes entender de lo que hablo, pues siempre buscabas sexo en otras camas. Debí hacerle caso cuando me advirtió de quien eras, de lo que eras, pero quise ofrecerte mi hospitalidad, una oportunidad nueva de ser otra persona, pero los que son de tu calaña necesitan muchas vidas para entender lo importante que es el amor. En tu caso creo que sería una perdida de tiempo y con quien lo pierdo es asunto mío.
Desde este mismo instante mi hogar te está prohibido completamente. He sido condescendiente por respeto a mis invitados, pero te aseguro que no me temblará el pulso si vuelves a aparecer cerca de los míos. Puedes esperar en la puerta, enseguida tendrás compañía, Marlena y Ruffus no te dejaran ir sola hasta donde quiera que pienses dormir esta noche.
Fue al girarse sobre sus tacones, cuando se apoyó en Edward quien en sus ojos reflejaba un brillo especial solo para ella.
Sus órdenes eran cumplidas sin excepción alguna, y pudo ver como la familia Brenan era desalojada de su casa con total discreción.
Ahora más cansada que antes, dejó caer su carita sobre el pecho de Edward.
- ¿Cómo lo he hecho?
(Abrazandola y sonriendo orgulloso por la fueza de su mujer)
- No ha estado nada mal.
Levantó sus ojos y Edward supo entonces que como siempre ella tendría la última palabra.
- Para vivir al lado de un rey no puedo dejar de ser una buena reina.
Estrelló su boca con la suya para comer su última palabra. No había en el mundo nadie que fuera tan fuerte y digna para llevar ese título.